Quejémonos un rato.

Tratemos de hacer una entrada de blog como Dios manda.

Estos últimos días han sido extraños para mí. desde hace 2 o 3 semanas que ya no le creo a mi corazón ni a mi mente, lo que me hace pensar mil veces antes de hacer o decir algo. Y es que tengo a muchas personas que son importantes para mí con problemas estos días, y como siempre me esponjo y absorbo todo lo que pueda, en mi modo automático de mega-empatía.

Mi simpático leprechaun que tengo de padre está medio delicado de salud. Mi mejor amiga está con altos y bajos de ánimo, que aunque siempre me saluda con un Eeeeee!... ya no es el mismo Eeeeee! de antes. Mi sobrino se siente triste y desorientado, y solo nuestra mutua compañía nos tiene más o menos estables. Mi madre se preocupa de mí y de mi futuro (¡Cuéntate una nueva!). Mi hermanazzo está hasta la coronilla con sus demonios. No le he podido dedicar el tiempo que se merece a quien más me escucha, me anonimea y trata de conocerme. Mi Amigaby, pese a ser tan peque, necesita más espacio que nunca y nada puedo hacer para ayudarla...

Preocuparse demasiado del resto, dirán muchos... incluyendo a las personas que he nombrado. Pero... ¿Sería yo el mismo que aprecian si no lo hiciera? Nah...

Mi estado anímico no me pesa, pues ya estoy acostumbrado y he llegado a no hacerle caso a las jaquecas y acideces que este simpático "mundo real" me tira encima. Y... digo yo... ¿no necesitaré vacaciones? Y es que... de vez en cuando, entre los "Hay, señor, Dios mío!" suspirados desde el fondo del alma... sigo mirando al sur, y cuesta elegir entre relajo, emociones, compañía y reencuentros.

Que diablos... estoy cansado y ya.

Ténganme paciencia.


Camael, Blogging Out.