miércoles, 11 de julio de 2007

Hoy... Algo de Verdad...



He dejado de escribir muchas veces. Pero nunca he dejado de ser un escritor. Desde mis 6 años… o por lo menos a esa distancia se estira mi memoria. Poemas de Niño, escritos en la parte de atrás de un papel de lustre, que me tomaban 10 largos minutos, eternos pues el recreo terminaba en 15… y la destinataria de mis palabras volvería a clases; dejados caer a la carrera, tal era mi vergüenza… pero me cuesta recordar un momento de más éxtasis que esa loca carrera hacia donde ella estaba y dejarlo caer doblado y seguir corriendo… Siempre fui un amigo, por supuesto. Ella era 3 años mayor que yo. Un admirador, a lo más. Y luego tuve que irme a otra ciudad. Recuerdo haber llorado por ella… y también recuerdo que fue la primera persona que me dijo… que yo escribía con demasiados puntos suspensivos. De ese tiempo, mi Madre me dijo un día, hace 6 o 7 años, que yo había escrito un texto acerca de la vida… no lo recuerdo.

Desde ahí… dos años pasaron, en los cuales mis cuadernos escolares estaban vacíos, pero 2 y medio más se llenaron de poesías, guardados entre miles de papeles, guías y cuanta cosa me tirara el colegio. En ese tiempo, todo lo que supo el mundo de cómo escribía partió un día de 6to básico, donde alguien de mi curso (ya ni recuerdo quién), encontró un poema a una chica que me gustaba (que jamás sería entregado). Recuerdo que él lo leyó en consejo de curso, con burla en sus ojos, mientras yo me escondía entre lágrimas de rabia y vergüenza en el fondo de la sala. Al terminar de decirlo (no declamarlo, pues este tipo en particular carecía del talento para hacerlo), la damisela en cuestión se levantó y le dio un beso. Yo la vi. Los vi… Dejé de escribir poesía.

Desde ese entonces y por 2 años, bajo amenazas y sobornos (debo admitirlo, el dinero me venía bien y esos sándwiches no se iban a comprar solos) escribí cartas de amor, con minúscula, para compañeros de mi curso y otros, que supieron guardar el secreto. No entendían como me demoraba tanto en escribirlas (hasta 3 semanas), pues ya sabían que yo escribía, pero les parecía imposible que yo no escribiera algo del aire.

Me dedicaba en ese tiempo a ver a las destinatarias con cuidado. Su andar, su risa, su pelo, sus ojos, su mirada, sus manos. Aprendí a buscar la belleza en las mujeres. Y siempre la encontraba (pese a que de gustos no hubiera mucho discernimiento entre mis compañeros). Las cartas encontraban su destinataria y (sorprendente e invariablemente) a los pocos días, jóvenes espinilludos se vanagloriaban de su nueva conquista, mientras yo me dedicaba a otro proyecto, para olvidar la belleza que había llegado a ver. Me declaro culpable de enamorar desde las sombras y ser el artífice de muchos corazones rotos, pues ellos no las querían como yo llegué a quererlas. Trofeos, nada más.

En octavo, dejé de escribir, pese a las amenazas. Me gustaría decir algo noble, como que las niñas a las que escribía merecían algo mejor que ser engañadas, pero simplemente no podía seguir escribiendo para idiotas. Lamentablemente para mí, el más petiso y gordo de mi curso, las amenazas eran fácilmente convertibles en dolor. Huí de ese colegio (o eso pensaba, pues fui puesto en el anexo del mismo colegio) y en un gesto idiota y dramático enterré mis escritos en el desierto, a unos 5 kilómetros de mi casa en una caja de madera con llave que me costó la friolera de diez mil pesos. ¿Por qué un gesto idiota? Porque olvidé donde estaba enterrada. Pero guardé la llave, como un símbolo. Todo lo que escribí alguna vez, se perdió entre la arena (ok, lo admito, fue en tierra, pero arena suena más lindo).

Cuatro años pasaron. Escribí algunos textos acerca del amor (aún con minúscula, pues no lo conocía), acerca de la belleza. Me enamoré por primera vez. Casi no le escribí, pues yo me avergonzaba bastante de eso. Solo le escribí un poema. Uno. Cinco cartas. En tres años. Me rompieron el corazón. Decir que usó una licuadora sonaría a dramatismo. Tan solo, me rompieron el corazón.

Comencé a producir poemas como si fueran hamburguesas del McDollar, pero ninguno sobrevivió la noche en que nacieron, quemados en nombre del dolor. Que tonto fui.

Viví otro amor, pero no le escribí nada hasta el último año en que estuvimos juntos. Y me dejaron de querer. Que risa. Hasta ese momento, se quedaba en mi cabeza el hecho inamovible de que la poesía no valía el papel en que la escribía.

Entre la neblina semi-alcoholica de los primeros días, decidí nunca dejar de escribir, pues yo escribía para mí y para quien quisiera leer, no para todo el mundo. El mendigo escoge el lugar y a quien mendigar.

Aprendí de nuevo a escribir del corazón. Cartas a alguien, cartas a nadie, poemas a todos, poemas a mi alma. Aprendí a escribir Amor con mayúscula, como se debe.

Desde eso ya ha pasado un año. Y entre la felicidad de escribir, descubrí la felicidad de tocar almas. Entre la felicidad de encontrar almas, descubrí la felicidad de encontrar una para mí.

No hay Amor pequeño, distancia insuperable ni dolor insoportable.

Son parte de la vida.

Encontré a alguien que lo entiende.

Y la Amo.


Camael, Blogging Out.

1 comentario:

  1. tu futuro co-guionista11 de julio de 2007, 17:13

    hola tio`¡¡¡¡¡ bueno la verdad , le queria decir ......esto no tiene nada k ver cn lo que esta escrito ...solo keria k supiera k lo admiro much mucho , es mi unico tio y soy su mayor fan el fan nº1¡¡¡¡ se k aveces soy un poco hostigante en cuanto a los brazos o por mis cantidades de ideas donde solo un 16% es util, pero usted sabe k yo lo quiero y lo admiro mas de lo k los seguidores de este blog puedan sentir , ah y espero con ansias poder empezar con el guion. por cierto estuve hblando con sweet dreamsy se encuentra mejor de su pierna .... ya debe saber usted solo queria decirle ....eeee a ver k mas .....ah si vi jackass 2 y es como el carajo pero esa e otra historia :) .....ya tio yo me voy cuidese harto y nunca deje de lado este blog .....ni a sus fans k son los que se animan o piensan con la escrituras k usted pone aqui.... que creo que son sus sutentos dia dia

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