lunes, 13 de agosto de 2007

Introducción


Diego abrió sus ojos con toda la fuerza de voluntad que fue capaz de reunir. A intervalos el sol de la mañana golpeaba su rostro como solo su entrañable enemigo lo haría. Se demoró unos segundos en recordar el por qué estaba viendo el sol y el paisaje cambiaba en la ventana. Estaba de vacaciones, sobre un bus y más importante aún, iba a encontrarla.

Se estiró lo que pudo, mirando a su alrededor y sonrió con algo de satisfacción al notar que era el primero en despertarse, lo que de por sí era raro. Él acostumbraba despertarse tarde, excepto en contadas ocasiones. Cuando estaba con ella era una de ellas. Ella lo odiaba ligeramente por eso. Pasaban juntos toda la noche, conversando, escribiendo, leyendo, bebiendo, haciendo el amor y se dormían cerca de las 6 de la madrugada, lo cual no le impedía despertarse (en aquellos tiempos, por lo menos) a la impía hora de las 9 AM a hacer desayuno. ¿Qué era? Buscó entre sus recuerdos unos segundos la respuesta: Café y tostadas con mantequilla y mermelada de frutilla. Una rosa de decoración de vez en cuando.

Dejaba la bandeja en el suelo y se acostaba en la cama junto a ella y le acariciaba la espalda hasta despertarla. Ella levantaba las cejas, respiraba profundamente y fruncía el ceño unos instantes por ser despertada… y su rostro se iluminaba de repente al sonreír y recordar quién la había despertado. Abría los ojos…

- Buenos Días, Amor…

Solían hacer el amor antes de tomar el desayuno, tiempo en el cual el café pasaba de absolutamente hirviendo a perfecto, y se volvía a dormir abrazados hasta que fuera hora de dejar de ignorar el mundo más allá de la ventana.

El recuerdo lo hizo sonreír, dándose cuenta de repente que había pasado media hora navegando su memoria y el bus ya estaba entrando en la ciudad. De su bolsillo sacó un mapa y trató de recordar como llegar a su destino sin usar el transantiago en absoluto. Hace años que no volvía a Santiago y era un completo ignaro en el sistema nuevo. Hasta su amigo el metro había cambiado. Decidió bajarse en Los Leones y simplemente caminar. Después de todo, aún no conocía la dirección exacta y Ricardo Lyon tendría… ¿cuanto? ¿20 cuadras?

Diego suspiró, y con un aire a la vez resignado y decidido 20 minutos después retiraba su equipaje y se reencontraba con las calles de la ciudad que tantas sorpresas le reservaba aún.


Continuará…


Camael, Blogging Out.

1 comentario:

  1. Van dos días. Ya pues!, ¿que sigue?
    A todo esto, me parece que tus lectores te hann abandonado.

    Que pasó? Si es ficticio, partio muy bien. si es real, QUE DIABLOS PASO????

    Si, soy una cotilla y que?

    Animo, Principe azul, que aunque deslavado te queremos.

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