domingo, 26 de agosto de 2007

Alcoholismo...


Seamos honestos. Yo Tengo un Problema con el Alcohol.

Antes de que duden de mi honestidad, permítanme recordarles algo: Este blog lo leen mis Padres, y espero me perdonen ellos y ustedes por el tono y explicitud con que menciono hechos, pero también espero que esto le sirva de lección a cuantos lean mis palabras.

Yo lo sé, mis Padres lo saben, mis amigos lo saben. Pero gracias a Dios mi problema ya no es notorio para quienes simplemente pasan por mi vida. Tengo un problema con el alcohol. Ahora…

Esta noche ocurrió un evento completamente fortuito que dio pié a mi reflexión. Con ocasión de mi “despedida”, ya que pronto me iré a trabajar por turnos, mis amigos y yo nos juntamos a jugar rol (Una de las actividades más entretenidas y propensas al jugoseo ideadas por la humanidad). Uno de mis amigos bebió un ron más de la cuenta.



Yo hace ya un año y cinco meses que me mido en lo que tomo. Bebo bastante, y con una frecuencia que espantaría a bastantes, pero no me emborracho. Jamás. Sé donde detenerme. Si tengo que levantarme temprano o tengo algún compromiso, simplemente no bebo. Algunas personas tratarían de escudarse detrás de esa declaración: “No, si yo sé tomar, no se preocupen”, pero me permito decirles que deberían releer mis palabras. No editaré nada. Dije que no me emborracho jamás. Pero, después de todo, esa afirmación solo es válida por 17 meses. ¿Cierto? Y aún así… ya dije que bebía incluso más de lo que YO consideraba adecuado.

Técnicamente, una persona que beba al menos una vez a la semana es un alcohólico. “Eso incluye a todo Chile”, dirán muchos. Pues sí. Cerca del 71% de la población de más de 16 años en este país, bebe al menos una vez por semana. Ya sea por presión social, elección o vicio, 6 millones de personas son alcohólicos en Chile. Permítanme recordarles lo que es:

Alcoholismo.

1. m. Abuso habitual y compulsivo de bebidas alcohólicas.

2. m. Enfermedad ocasionada por tal abuso, que puede ser aguda, como la embriaguez, o crónica. Esta última produce trastornos graves y suele transmitir por herencia otras enfermedades, especialmente del sistema nervioso.

No me permitiré un texto enfocado en una sola visión. Soy demasiado honesto para hacer tal cosa… El alcohol es LA droga de mayor aceptación mundial. La investigación médica demostró que el alcohol aumenta el HDL (colesterol bueno), reduce la trombosis (coagulación de la sangre), reduce el espasmo arterial del stress, aumenta el flujo de sangre coronaria (o ayuda a la circulación de sangre en el corazón), ayuda a aliviar el stress, aumenta la cantidad de glóbulos rojos en la sangre (ayudando a la oxigenación de las células de todo el cuerpo), sirve como un sedante leve para el dolor e incluso combate la radiación (ok, eso fue picar fino, pero es verdad: en caso de guerra nuclear, emborráchense hasta las pestañas y vivirán).

Pero eso no disminuye en nada sus efectos nocivos. La línea entre la moderación y el abuso es muy delgada e incluso algunos médicos (que no respeto mucho, sabiendo lo que sé) se han atrevido a poner a disposición del público una simpática fórmula para saber si es usted un alcohólico o no. No la publicaré pues no creo en patrañas. ¿Patrañas?

Sinceramente, si un consejo médico les dice que está bien beber un cuarto de litro de ron por día… pues que se vayan a la [CENSURADÍSIMO].

El alcohol es un factor importante en un lamentable 65% de los accidentes de tránsito en nuestro país, causando más de mil muertes anuales. Los problemas sociales que se derivan del alcoholismo pueden incluir la pérdida del puesto de trabajo, problemas financieros, conflictos conyugales, condenas por crímenes tales como conducción bajo la influencia del alcohol, desórdenes públicos, maltratos e incluso homicidios, marginación, falta de respeto de gente que llega a ver al alcoholismo como un mal que el alcohólico se inflige a sí mismo y que ven como fácilmente evitable. Estudios exhaustivos muestran que el alcoholismo no sólo afecta a los alcohólicos sino que puede afectar profundamente a los familiares que estén a su alrededor. Los hijos de alcohólicos pueden verse afectados incluso después de alcanzar la madurez... Todos conocemos un alcohólico. Un amigo, un familiar, su pareja... es difícil de enfrentar, pero no tan difícil de tratar. Basta un oído y una palabra para comenzar un cambio.



Permítanme volver a mi experiencia…

Uno de mis amigos bebió un ron más de la cuenta… Me lanzó una botella vacía, sin mucha fuerza. Sin consecuencias para nadie, en realidad (de hecho la botella ni se rompió al caer al piso), pero me dio algo que pensar. Mi amigo pidió disculpas por su comportamiento y la conversación se desvió hacia otros temas… y recordé que yo NO recordaba MI comportamiento cuando abusaba del alcohol. Unos minutos después, tuve la oportunidad de conversar con mis amigos que me conocieron durante el período de mi vida que llamo sin cariño alguno “La Confusión”. Trataré de hacer justicia a sus palabras:

- ¿Era así yo? ¿El tiempo que no me acuerdo? Sé que el 2002 y 2003 fui un pedazo de inútil. Estaba empastillado (Gracias, Dra. Valenzuela Taylor…) y depresivo, pero también me conocieron después… ¿Era yo así?

Una mirada de comprensión entre ellos y ya supe lo que vendría…

- Diego… te vimos peor. – La verdad me cayó, si no con sorpresa, con todo el peso que guardaba hace tiempo. – Te vimos botado, te vimos tomar hasta perderte. Te vimos tomar y dormir en el suelo. Te vimos mal… - una mirada más entre ellos. – te lo dijimos en su momento pero tú… bueno… tomabas demasiado.

- ¿Hace cuanto que NO me ven así?… ¿el año pasado? ¿Enero, febrero, abril, mayo? – pregunté con el profundo deseo de salvar de la condena al fugaz momento de mi vida en que puedo decir a ciencia cierta que fui feliz.

- A ver… - se consultaron entre ellos – Diríamos que desde marzo del año pasado. Dejaste de tomar tanto y empezaste a beber con algo de moderación. Estabas mal, Diego...

- Lo Sé… ahora. – Mis palabras hicieron eco en mi alma, luego de un suspiro de alivio gigante de mi parte. – Y ahora… ¿Cómo estoy? Sé que bebo demasiado. Pero también sé que me controlo. ¿Cómo estoy ahora? Se los pregunto como amigos…

Sin mediar un segundo, una respuesta se me quedó grabada a fuego…

– Yo te veo una vez cada dos semanas o algo así. Sé que es menos que el resto, pero por eso te puedo decir que tu cambio no ha sido drástico, pero sí notorio. Tomabas mucho, pero ahora sabes donde parar.

- Lo que no quita que tenga un problema, ¿cierto? – Una sonrisa y dos palmadas en mi espalda me respondieron y vi en los ojos de mis amigos una alegría de esas que generalmente se ven cuando un equipo de fútbol gana una Supercopa o algo así (No sé mucho de fútbol, después de todo).

Al despedirme de ellos en la puerta de mi casa, les volví a preguntar lo mismo, hablando del tema desde varios puntos de vista y me dijeron: - ¿Sabes? Muchas personas se alterarían más al saber que tienen un problema así de grave. – Tomando mucho aire les respondí:

- Hace tiempo que sé que tengo un problema. Para mí no es nuevo, pero ahora sé de boca de quienes me conocen y quieren que voy por un buen camino… Y también tengo el consuelo de que lo puedo decir en un rincón donde me leen y escuchan… y aunque sean 20 personas, si no ellos mismos, harán que más personas lean lo que tengo que decir. Que tengo… que tenemos un problema… y que se puede superar. Yo bebo porque me gusta el ron , me relaja en mis noches eternas... pero gracias a Dios, no lo utilizo como escape... ya no. Sé que jamás seré un abstemio, pero he abusado del alcohol. Y eso tiene que terminar.


Camael, esperando que lean y entiendan… Blogging Out.

viernes, 24 de agosto de 2007

Imaginarte...

Cerrar los ojos e imaginarte es una sola cosa, irresistible; Los dos juntos, caminando en una noche muy fría, abrazados tan profundamente que nuestra sombra parece un ser fantástico, irreal; nuestra respiración dejando dragones blancos a nuestro paso...

Aspiro a través de tu pelo mientras dejo que tus manos se cuelen bajo mi chaqueta, hueles a miel, crema de bebé, flores, incienso, a madera después de la lluvia, a mujer... mi Diosa personal.

Un Te Amo se escapa de tus labios en un susurro que parece confundirse con cada uno de los sonidos de la ciudad; un tañir de campanas a lo lejos, una canción de Amor silbada por lo bajo por un caminante solitario, el batir de alas de las palomas sobre la iglesia, una canción de cuna tarareada por una madre, cuyas notas se desgranan sobre nuestros hombros.

Las mariposas de tus ojos me hacen cosquillas en el cuello, y siento tus labios buscando mi boca. Un beso, que como un tibio puñal atraviesa mi pecho buscando mi corazón.



Camael... Well... Blogging Out The Past, I Guess...

jueves, 23 de agosto de 2007

Malabares...

Hoy, sin saber por qué, me sabe extraño el volver a escribir (con ganas, por lo menos). Me permito recordarles que cada noche escribo, lo que sea en realidad: Un poema, una carta a nadie, una carta definitivamente para alguien, un relato, el primer capítulo de un Best Seller, un cuento de ciencia ficción de culto, algo de sci-fi, un FanFic… lo que sea. Todo depende de la noche, en realidad, de la luna y de las nubes, de la mera ausencia de nubes, de las estrellas…

No pocas veces he dejado lo que escribía a la mitad y me puse a matar zombies en el computador porque no sentía “auténtico” lo que estaba escribiendo.

Definamos autentico entonces, para iluminarlos antes de todo acerca del extraño vocabulario que me impulsa.

Auténtico, ca.

(Del lat. authentĭcus, y este del gr. αὐθεντικός).

1.- (Adj.) Dícese de un escrito, cualquiera sea su naturaleza, que acompaña y complementa las emociones y sentimientos de quien lo escribe, sirviendo de trasfondo o telón a cualquier conversación que el mencionado escritor engendre. E.g.: Lee esto… (silencio sorprendido)… conversemos.

2.- (Adj.) Dícese de un sentimiento inspirado y basado en verdades irrefutables. E.g.: Sabes… Aún la Amo…

3.- (Adj.) Dícese de un beso que se disfruta aún más por el simple hecho de que se sabe a ciencia cierta que las emociones que le dieron lugar son verdaderas. E.g.: Muack… (¡¿?!)… muackmuackmuackmuackmuackmuack…

Pues bien… ¿en qué íbamos? ¡Ah! Cierto… la autenticidad de lo que escribo. Pues bien, hoy me encontré, muy para mi sorpresa, dispuesto a escribir de nuevo. Al principio sin rumbo definido, debido a que sigo teniendo mucho que escribirle a cierta persona (sí, este texto es para ti, Melwen) y porque hoy se me antojaba escribir acerca de la melancolía que dejaba atrás, iniciándose como está un nuevo capítulo en mi vida. Y a medio párrafo caí en la cuenta de que lo que verdaderamente quiero escribir es (por fin) una colección de recuerdos, pero aquellos que me hacen feliz.

Pues bien… ahí comienzan mis problemas, pues los recuerdos tristes que tengo de Ella se pierden en la belleza de todo el trasfondo, como mero polvo sobre un bello auto negro (hoy se me antoja un Jeep Cherokee): es innegable que está ahí, pero algo de jabón del reencuentro o la velocidad de la locura de un poeta renacido no podría hacer más que dejarlo todo atrás.

Entonces… hablemos de feliz melancolía.

Mi vida diaria está llena de recuerdos, e incluso estúpidos rituales que muchos pensarían son una llave segura a la puerta de la locura. Lamento desilusionarlos, pero hace 5 años yo vi lo que había detrás de esa puerta… y decidí que bailar en el umbral… era más divertido.

Por las mañanas (a eso de las 12:15 PM por estos días), me despierto. Casi, casi por costumbre (y un dejo de locura, lo admito), reviso las llamadas de mi antiguo celular. El nuevo lo tengo hace ya 11 meses, pero yo prometí que cuando quisiera volver, solo tendría que llamarme. Como siempre, no tengo llamadas… prendo mi computador y de un salto parto hacia la cocina a prender el calefont… Lo guardo en mi velador, pero siempre lo llevo en mi mano…. prendo el calefont con un encendedor amarillo, de bordes negros. Por error compramos 4 iguales el mismo día… y ya voy en el tercero.

Vuelvo a mi pieza y pongo algo de música. La lista de reproducción ha variado a través del año, pero siempre incluye un tema de una carpeta llamada “Our Songs”. Voy a bañarme… Dejo correr la ducha un minuto mientras me lavo los dientes. Tengo un cepillo azul (cambiado ya 3 veces) junto a uno verde. Sí, lo adivinaron queridos lectores... compramos dos un día de principios de Junio… mentiría si les dijera el día… soy un enamorado, no un obseso (Se los firmo si quieren). Entro a la ducha… me baño y ahí en el… coso ese… donde va el jabón y el shampoo… esa cosa que cuelga del cuello de la ducha… (Jajajajajaja)… ahí hay una esponja-red (soy hombre, no esperen que recuerde estas cosas) con la que jaboneé su espalda decenas de veces.

Al salir de la ducha… poco más pasa. Me seco, me visto, me cuelgo del cuello un medallón de plata (¡¿?!) y me voy al trabajo.



[Inserte aquí 6 horas de entretenida rutina]



Diez y cincuenta minutos… comienza un martirio a medias (¿Queeeé?...). pues eso… un martirio a medias.

Martirio.

(Del lat. martyrĭum).

1.- (m) Muerte o tormentos padecidos por causa de la religión cristiana.

2.- (m) Los sufridos por cualquier otra religión, ideales, etc.

3.- (m) Dolor o sufrimiento, físico o moral, de gran intensidad.

Eso mismo, pero a medias. Me explico: Duele, pero lo atesoro. Es parte de lo que me mantiene humano. Mi martirio en una cadena objetos físicos asociados a recuerdos cuyo trasfondo logra que cada noche yo vuelva a soñar...

Canciones, olores, sabores… e incluso, por ser más descriptivo… en una caja de madera, siempre sobre la pantalla de mi computador, están los pasajes de bus… que me acercaron a ella… todos y cada uno de ellos. Entre sombras y luz…. Entre suspiros y el mero recuerdo de un gemido…

Vuelvo a pensar sobre qué escribir.

Adivinen a quién irá el próximo poema.


Camael… Blogging the Hell Out.

martes, 21 de agosto de 2007

Lo recordé...


- Voy saliendo, ¿necesitan que les traiga algo? – Su voz sube el pozo de la escalera justo cuando bajaba. De camino a la cocina le respondo en broma a mi compañera de casa y amiga.

- Si encuentras a una señorita de ojos color miel, con un pequeño triángulo verde en su ojo derecho, me la traes, ¿eh? – me río unos segundos al pasar junto a ella, con la risa menos alegre que mi alma engendró jamás.

- Diego, si quieres, puedo traerte algo, pero algo que exista. – Me devuelvo medio cuerpo en el pasillo para mirarla y contesto con una convicción que me reservo para decir “Dios Existe”, pero lo que sale de mis labios es distinto.

- Ella existe y vive, respira, ríe y suspira. No lo dudes jamás. – Con la semilla de la melancolía echando raíces ya en mi corazón, escucho su respuesta unos metros más allá, medio ahogada por mis pasos.

- Ella vive, Diego, pero ya no como tú crees.- Siento algo romperse dentro de mí y la represa de mis ojos se resquebraja con el poder que solo la realidad tiene sobre mí. Suspiro profundamente… y yo que esa noche tenía planeado dormir…





El taxi de Mr. Fierro, mi fiel acarreador, rueda lentamente por las calles de Antofagasta. No me debería permitir un taxi, medio ahorrando como estoy, pero con Mr. Fierro es distinto. Hace meses atrás, saliendo de un supermercado cerca de mi trabajo había un grupo de taxistas. Esa noche no tenía la menor intención de caminar un mero metro más de lo necesario y mi ánimo estaba dispuesto a sembrar algo de confusión en la gente, algo que me divierte y cuando sea famoso sacaría sonrisas a quienes lo presenciaron, aunque no lo entendiesen en su momento (yo y mis sueños a ojos abiertos). Al llegar junto al grupo dije en voz alta:

- Bueno, ¿a quien le toca llevarme? – Un taxista se separó del grupo y dio unos pasos en mi dirección y repetí con la misma voz – Bueno entonces, ¿y a quien le toca escucharme? - El taxista se detuvo en seco y escuché unas risas entre el grupo y de él surgió Mr. Fierro. Me miró de pies a cabeza a dos metros de distancia y su respuesta fue en el mismo tono, medio entendiendo mi pequeño examen. – Depende pues joven: ¿Es una historia triste o una divertida?

Lo admito, no esperaba que me respondiera alguien, y mi respuesta fue automática. – Todo lo triste o alegre que pueda ser el silencio. – Su rostro se volvió una máscara de preocupación menos de un segundo, mientras reiniciaba su análisis de mi persona: Un joven alto, de sonrisa clavada más que nacida y de ojos tristes de un tono claro indefinido, pero sinceros (sus propias palabras, que escuché unas semanas después). – Yo lo llevo, joven.

Un par de risas del resto coronaron el momento y lo seguí a donde estaba su vehículo. El Taxi Nº8. Me detuve unos instantes y le dije, medio en broma, señalando con un dedo al número - Le faltaron 9 para ser mi número de la suerte. - Su rostro volvió desde el interior del taxi. – Sume uno y siete. – fugaz, como he aprendido que es, se metió en su taxi y prendió el motor, esperándome.

Sin más palabras entré al taxi, y guardé mi prometido silencio. Al llegar a casa y al llevar mis manos a la billetera Mr. Fierro me miró por el espejo - No sé por quién sea su promesa, pero ya es hora de que aprenda a llorar para sacar el dolor de su alma, no para clavárselo. Ame de verdad o deje de [CENSURADO]. - Salí del taxi y él partió, yo sin pagar, pero el viejo sabía que se había hecho un cliente y un amigo.

De eso ya son seis meses, y Mr. Fierro aún me cobra mil menos por carrera, como siempre, y nada en absoluto si él va en la dirección que yo voy.
...

Me deja en la puerta de un pub, donde sé encontraré gente de corazón amplio y sonrisas sinceras. El tipo de la entrada me deja pasar, pues soy un “regular”. Cuando trabajé aquí supe cómo se definía a cada persona que entraba, y me encanta ser un “regular”. Para este pub, un regular en una persona que nunca causa problemas, que da conversación interesante, aunque no gaste mucho y se queda, de vez en cuando, hasta cuando la noche termina, para dar algo de alegría a un momento vacío, como es decir "hasta luego, nos vemos mañana".

El local está lleno, tanto que veo grupos de pié esperando una mesa, incluso este lunes por la noche. Me dirijo hacia el centro del piso inferior, sorteando mesas, hasta quedar a vista de algún barman. Con una seña saben qué servirme, y miro a mi alrededor. Caras conocidas de mi universidad, caras de hace 10 o 20 carretes atrás. Amigas entrañables, amigos que sé tienen mucho que decirme. Y me quedo de pié, hasta que el destino haga que alguien se levante, me tome de un brazo y me presente, como siempre en este lugar: ¡Con ustedes: Camael Camus!

Esta vez me siento y escucho, casi, casi como siempre. Los que me conocen, mirando a mi alrededor, son dos hombres que no he conocido más que aquí, pero que me han sacado verdades y han aprendido algo de mí; una chica de 21, según yo, que me conoció hace unas semanas, que me dice entre risas Romeo, y aún no sabe el por que nunca le sonrío… y una amiga cuyo conocimiento de mí abarca ya 6 años. Aparte de ellos, 5 personas más se perfilan como sujetos de estudio y como hermanos ante mis ojos. Hoy me dedico a escuchar, desde un rincón, esperando a los apáticos y no creyentes. Espero que hablen y, como siempre, no tardan en mostrarse y contar sus vidas y pensamientos, pese al velo de virtud que pincelean sobre sus palabras.

El grupo se agranda con un par de recién llegados, amigos de amigos que no son míos. Saludo al DJ, cuatro metros sobre nosotros, y con algo de comprensión y dos dedales de amistad, sabe a qué apuntar con su música, aunque sean solo 10 minutos. Lenny Kravitz suena por los parlantes cuando escucho la inevitable primera pregunta.

- ¿Y quién es este? – Su voz es, para mí, anónima, pero para mis amigos, refleja incredulidad.

- Este, amigazo, es un poeta, ve tú a saber de debajo de qué piedra salió, pero es nuestro profeta oficial del Amor, con mayúscula.

Río unos instantes, hasta darme cuenta que algunas de las damas del grupo me miran con incredulidad, que aprecio más que la agresividad de sus parejas, por supuesto. Me clavo en mi silencio mientras las miradas me recorren.

- ¿Profeta? - Entre risas alcohólicas alguna que otra palabra me llega del grupo donde me encuentro yo, por fin, sujeto de estudio, como puñales bajo seda. Lo veo ponerse de perfil y hablar con voz que simula sabiduría. – El amor es su propio profeta. Se anuncia con los besos, se pronuncia con las palabras y vive en los corazones… Para amar – dice sin creerlo, lo sé. – solo se necesita sentimiento.

Mi cocktail llega en ese momento, y el mundo se apaga a mi alrededor. La miro. Una mujer de 22 y algo años, de rostro esculpido como sobre piedra, con una sonrisa que nace abrupta y fantástica como un tornado es repentino. Se retira… y vuelvo yo a mi fantasía de vivir. Algunas palabras se cruzan entre el grupo… espero una pregunta directa, lo admito, pero no lo que surgió.

Una mujer del grupo me miró, tratando de ver entre mis capas de piel de serpiente… y me preguntó:

- Entonces, poeta, ¿qué es el amor? – Su novio, que es quien habló antes, eleva sus brazos al techo, declarándose ganador de una lucha, que aunque él no lo sabía recién comenzaba.

Uno de mis conocidos, aunque le diría amigo si me conociera un poco más, comenzó a hablar. Mi amiga de años lo calló con un gesto mientras un tipo que no me conocía tanto como yo creía, callaba al DJ con un gesto. Algo de silencio confuso surgió, palabras de todo el pub se cruzaban por el ambiente hasta que, como siempre pasa, algo se destacó en la habitación. Por un segundo incómodo, me di cuenta que fui yo el que engendró el silencio, y sin importarme nada más, hablé:

Tal vez algo, quizás sea Dios, quiere que nosotros conozcamos a unas cuantas personas equivocadas antes de conocer a la persona correcta, para que al fin cuando la conozcamos, sepamos ser agradecidos por ese maravilloso regalo. Una de las cosas más tristes de la vida es cuando conoces a alguien que llega a significarlo todo, solo para darte cuenta que al final, no era para ti y tienes que dejarlo ir.

Cuando la puerta de la felicidad se cierra, otra puerta se abre, pero algunas veces miramos tanto tiempo a aquella puerta que se cerró, que no vemos la que se ha abierto frente a nosotros. Es cierto que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos, pero también es cierto que no sabemos lo que nos hemos estado perdiendo hasta que lo encontramos.

Darle a alguien todo tu Amor nunca es un seguro de que te corresponderán, pero no esperes que te correspondan… solo espera que el Amor crezca en el corazón de la otra persona, pero si no crece sé feliz porque nació en el tuyo. Hay cosas que te encantaría oír que nunca escucharás de la persona que te gustaría que te las dijera, pero no seas tan sorda para no oírlas de aquel que las dice desde su corazón.

Nunca digas adiós si todavía quieres tratar. Nunca te des por vencida si sientes que puedes seguir luchando. Nunca le digas a una persona que ya no la Amas si no puedes dejarla ir. El Amor llega a aquel que espera, aunque lo hayan decepcionado… a aquel que aun cree, aunque haya sido traicionado, a aquel que todavía necesite Amar, aunque antes haya sido lastimado, y a aquel que tiene el coraje y la fe para construir la confianza de nuevo.

El principio del Amor es dejar que aquellos que conocemos sean ellos mismos, y no tratarlos de cambiar a nuestra propia imagen, porque entonces solo estaríamos amando el reflejo de nosotros mismos. No vayas por el exterior, este te puede engañar... no vayas por las riquezas porque aún eso se pierde... vé por alguien que te haga sonreír, porque toma tan solo una sonrisa para hacer que un día oscuro brille. Hay momentos en los que extrañas a una persona tanto que quieres sacarla de tus sueños y abrazarla con todas tus fuerzas… y yo, más que nadie, lo sé.

Sueña lo que quieras soñar… ve adonde quieras ir… sé lo que quieras ser… porque tienes tan solo una vida y una oportunidad para hacer todo lo que quieras hacer. Espero que tengas suficiente felicidad para hacerte dulce… suficientes pruebas para hacerte fuerte, suficiente dolor para mantenerte humana, suficiente esperanza para ser feliz y suficiente dinero para comprar regalos... Las personas más felices no siempre tienen lo mejor de todo, sólo sacan lo mejor de todo lo que encuentran en su camino.

Si no sabes aún lo que es el Amor, te podría contar mi historia… pero ya no vale la pena nacer de nuevo desde las fuentes de mi propia melancolía. Amo, es verdad, pero aquí está el secreto: Si crees amar más que nadie jamás Amó… en ese momento… estás enamorada.



Tan solo 20 o 25 personas escucharon mis palabras… vi suspiros nacer a mi alrededor. Mi enemigo (tan solo un no convertido) se quedó en silencio mientras su mujer lo miraba con ojos de fuego, un juicio de un segundo y medio. Rendido… creyente o fingiendo, besó a su mujer.

Un Amante de papel o uno verdadero… jamás lo sabré.

Me puse de pié y me fuí hacia la puerta, luego de apurar mi cocktail maldito. Huí, como siempre, de tu recuerdo y tu piel…

Ahora mismo escribo de nuevo estas palabras, en mi eterna libreta, esperando hasta que el silencioso Mr. Fierro me saque del océano de recuerdos que acabo de crear.





Camael, Blogging Out.

viernes, 17 de agosto de 2007

Para tí, Viejo.


Choco de nuevo con mi eterna pregunta: ¿Cómo escribir acerca de emociones, o recuerdos, cuando éstos surgen a su propio ritmo, sin importarles la trama ni la continuidad? Pues, con mucha paciencia, en parte porque no tengo otra alternativa y en parte porque a mi memoria, por lo general, le importa un reverendo rábano el enfocarse en lo que tenga que decir.

Debo un escrito. Desde hace mucho. Casi se podría decir que lo he evitado, pues siempre quise hacerlo, pero siempre surgía algo “más importante”. Pues hoy, lectores pocos, pero fieles, no escribiré del Amor que siempre les escribo, de ese que nos roba las noches. Hoy escribiré del Amor que te ayuda a dormir por las noches, un Amor, si no más intenso, definitivamente más profundo.

Hoy… quiero contarles de mi Padre.

Partamos con una frivolidad, pero no cualquiera, sino esa que mi mente esponja ha absorbido a través de los años. ¿Saben ustedes el significado del nombre Alberto? Este proviene del germánico Albers. Significa brillante, iluminado, famoso por su nobleza. Ténganlo en mente en las líneas que seguirán, pues nunca he pensado en mi padre en otros términos que esos.

Cuando pienso en mi padre, ineludiblemente lo que se me viene primero a la mente es su sonrisa. Jamás vi en su rostro una sonrisa falsa. Siempre era de corazón, con ojos brillantes o cansados, de ánimo abatido o delirantemente feliz. Su sonrisa, que no he visto en meses, por exclusiva culpa de la distancia, siempre era capaz de decirme, sin mediar palabra alguna, que todo era superable, que todo iría bien y que si todo era oscuro, una sonrisa bastaba para seguir adelante.

Si de recuerdos se trata, él es protagonista de mi primer recuerdo consciente. En el 3 de Marzo del año 1985. Yo estaba en el baño, con solo 3 años de edad. En esos momentos, bien tarde, pero aún con luz por el verano que recién moría, hubo un terremoto de magnitud chilensis. En mi casa había una pequeña reunión familiar, y cerca de 16 personas deambulaban por la casa, pero al comenzar el sismo, todos, bien educados estaban, tomaron la vía de evacuación más cercana… dejándome a mí en el interior de la casa. Ahora me causa risa esta parte de la historia, pero en su momento era el apocalipsis de mi vida. El suelo se movía… que más decir para un niño. Todo estaba mal, eso era todo lo que sabía.

Traté de salir del baño, pero la puerta no se movía. Viví un minuto de horror, hasta que la puerta, como por voluntad propia se abrió de golpe y yo salí corriendo hacia la calle. Al llegar recién al comedor de mi casa me tropecé y caí de bruces… y unos segundos después un librero apoyado contra la pared caía con una fuerza increíble. Me quedé viendo al mueble que, estaba seguro, me mataría de haber estado yo debajo de él, cuando de la nada… mi padre pateaba la puerta de mi casa, y entraba con un solo objetivo: encontrarme. Lo vi desde el suelo y recuerdo sus ojos encontrarse con los míos, y de pronto, todo estaba bien. Quedaban solo 10 segundos de terremoto, pero él saltó el librero y me tomó en sus brazos y me sacó de allí. Me entregó a mi madre… y ya no recuerdo más. Mi primer recuerdo es el de mi padre sacándome del infierno.



Me fascina lo poco que conozco de mi padre, ya que si no fue el primer cuentacuentos de mi vida, fue él el que consiguió atrapar mi imaginación y ayudarme a buscar más allá de las palabras. No contaba cuentos, sino historias, retazos de su propia vida. Para un niño, se dice, su padre es Dios. Pero con sus propias palabras, él se transformó frente a mis ojos en millones de cosas más. Un piloto aventurero y lleno de ventura, un hombre honesto, un semidios que peleó a golpes con un asesino, un hombre de trabajo, un filósofo silencioso, un artista de la vida, un amante del Amor, un hombre y un escritor…

Mi padre tiene 7 hijos, seis de sangre y uno de alma: Mi hermano Miguel. Hijo de mi madre, pero nunca fue otra cosa que su hijo a sus ojos. Yo fui el último, el conchito, el brillo de sus ojos. Ese que siempre se sobreprotege. Mi padre no lo hizo (Jajajaja). Mi padre se abocó a una sola misión conmigo: Hacer de mí un hombre de bien.

Siempre al pensar en un padre, uno imagina una figura paterna. Bueno, él lo supo ser, pero mucho más también. El dilema de Gepetto (es igual, lo juro) era que siendo padre no lograrás jamás ser parte de la vida de tus hijos, y siendo un amigo jamás conseguirás respeto. La elección que queda era ser un mentor, pero su excesivo cariño se lo impidió. Desde el reino de los recuerdos, y lo he consultado con mis hermanos y hermanas cuando he tenido la ocasión, lo que puedo sacar en limpio es que fue nuestro Padre. Con todas sus letras. La mano en tu espalda. La palabra que te eleva o te derrumba. La mano que aprieta. La mano que te acerca a un abrazo de verdad.

Sus lecciones de vida llenarían un libro. Sus acciones harían enciclopedias, tan solo por una razón. Jamás tuvo maquillaje. Era Él. Siempre. ¿Cuántos podrían decir eso?

No eres lo que haces. No eres tu cuenta bancaria o tus posesiones. No eres lo que pienses o sientas. Eres las huellas que dejas en las almas de quienes te rodean.

Frente a mis ojos, durante toda mi niñez, que duró hasta la inconcebible edad de 23 años (ese fui yo… ¿y que?), fui testigo de las huellas de mi padre. Amigo. Confidente. Consejero. Cómplice. Amante. Galán.

Hablamos de primeros recuerdos. Hablamos ya de impresiones. Les diré ahora de lo que ES mi padre: Un hombre innegablemente caballeroso. Justo y fiel a lo que cree. Trabajador. Esforzado. Creyente. Soñador. Un amigo, pese a todo. Un confidente, gracias a Dios. Un ejemplo, porque no hay uno mejor. Un Papá.



Al pasar los años, tus hijos han crecido. Son más altos y fuertes que tú. Lloran como hombres y mujeres de bien. Ríen sabiendo que su risa es pura y simple, como tú le has enseñado. Has dejado huellas, Viejo. Huellas que seguir. Pasos firmes en la vida. Dejas un legado en vida.

Lo digo yo, y lo sentimos todos: Gracias. Y cuando leas estas líneas, sabemos que lloras con nosotros, que el semidios es humano y lo amamos más por eso. Amamos la maldición de los Varas: Amar más allá del sentimiento y un dedal más allá de la realidad.

Te Amo, Viejo.


Diego Varas, tratando de ser digno.

jueves, 16 de agosto de 2007

La Pompa de Jabón.


Hoy les traigo algo lindo, que será parte de mi libro en unos cuantos meses más. Es la transliteración y adaptación de un cuento que me contó mi abuela hace mucho tiempo atrás (también escritora y soñadora). Para cuando se publique, probablemente ustedes tendrán un año más, y para cuando se haga conocido, quizás dos. Ahora, les doy una satisfacción. Ustedes lo leyeron en segundo lugar (nada despreciable). Su destinataria original, al momento de escribirlo, era una niña que tenía una gripe de aquellas, que entre las cosas que decía, me pidió un cuento. Quien lo recibió de primera mano, se lo leyó, muy de mi parte. En un año o algo así, ustedes podrán decir: ¿Sabes? El autor de este cuento lo publicó en su blog hace un tiempo, y yo fui de los primeros en leerlo. Jajajaja… dejaré que mi esbozo de megalomanía descanse hoy y los dejo, repito, con algo lindo. Un cuento llamado: La Pompa de Jabón.


Para Pelu, por Camael Camus.



Hace muchos años, Pelu, cuando yo era más chico que tú, yo y mis primos nos juntábamos todos los veranos en Vicuña, en la casa de mis abuelos. Vicuña es un pueblo pequeño, ubicado de Serena al interior, metido en un estrecho valle, el Valle del Elqui, entre cerros altos color damasco que se pintaban de guinda cuando atardecía y junto a un río en el que nos podíamos bañar, y además, ¡la casa de mis abuelos era enorme! Tenía muchas piezas donde jugar y un gran patio con árboles de paltas, nísperos y limoneros, donde corríamos y nos escondíamos para planear alguna travesura, que generalmente era robarnos las galletas que hacía mi abuela y escapar antes de que nos atrapara.

Un día, muy extraño por lo demás, en que no había sol pero hacía mucho calor, mi primo Ignacio, mi prima Ximena, mi primo chico Eduardo y yo no teníamos ganas de jugar ¡tanto calor hacía que ni galletas queríamos comer! Los primos grandes y mi hermano Miguel se fueron al río Claro a bañarse, pero nosotros nos quedamos y nos empezamos a aburrir. Yo le pregunté entonces a mi abuela qué podíamos hacer y ví brillar una chispa de brujería en su ojo derecho, pero sólo un instante… me dijo:

- ¿Y por qué no hacen pompas de jabón?

- ¿Pompas de jabón? – pregunté - ¿Qué son esas?

- Son burbujas Diego, pero las haces tú ¡y tan grandes como puedas!

Mi abuela partió con un frufrú a la cocina y yo la seguí, llamando a mis primos… cuando llegamos, mi abuela, para hacernos reír, hacía unos ruidos como de brujería y le hablaba a un duende invisible que según ella vivía en la cocina y era dueño de un zorro rojo invisible que vivía en el patio, y le pedía ¡ojos de murciélago! ¡patas de salamandra! Nosotros nos reíamos al ver que ella mezclaba jabón con detergente para lavar platos y una pizca de agua… y nos entregaba a cada uno un vasito con una pajilla.

- Tomen aire, soplen las pajitas, despaciiiiito, despaciiito ¡y van a tener burbujas enormes!

Mi primo Ignacio desapareció corriendo a burbujear en el patio mientras mi prima Ximena llenaba de burbujas la cocina, mi primito Eduardo se conformaba con soplar dentro del vaso y hacer un montón de espuma que cuando le llegaba a la nariz se ponía a estornudar. Y yo me fui a un árbol del patio, en el que siempre me sentaba y pensé… ¿tan grandes como yo quiera?... ¡Y comencé!

Despacito, despacito… soplé y soplé e hice una burbuja del porte de mi mano que hizo ¡plop! y se me reventó. Mmm… debo tener más cuidado, me dije… Despaciito, despaciito… y en la punta de la bombilla aparecía lentamente una burbuja del porte de mi cabeza y ¡plop! se deshizo tirando agua por todos lados… ¡Pero yo estaba decidido a lograr la pompa de jabón más grande del mundo! Y volví a intentarlo siguiendo las instrucciones de mi abuela… ¿Cómo eran? ¡Ah, sí!... Despaciiiiito, despaciiito…

¡¡¡No tienes idea de qué sucedió!!!

De la bombilla salió una burbuja que empezó a crecer, a crecer, y a crecer, más grande que mi cabeza y creció y creció, ¡más grande que mi pecho!, y creció y creció y yo ya no sabía de qué porte era y de pronto… un rayo del Sol de Elqui se abrió paso entre las nubes y tocó mi burbuja… ¡y me atrapó!

¡Por un segundo no supe si reírme a carcajadas o llamar a mis primos o ponerme a llorar! Nunca antes había escuchado hablar de burbujas gigantes ni de pompas de jabón mágicas ni de… y una ráfaga de viento me llevó dentro de la burbuja ¡zuum! ¡volando hacia el cielo!

Volé y volé y me moría de miedo… no sabía que pasaba y miré hacia abajo… pude ver a mis primos corriendo en el patio, pero los veía distintos… en ese momento mi curiosidad le ganó a mi miedo y los vi bien. ¡¡Eran de color amarillo!! No se cómo, pero en ese instante yo supe que era el color de la diversión, miré mi cuerpo y seguía de color piel, y mientras la burbuja se alejaba pude ver a mi abuela saludándome desde el corredor de la casa ¡y brillaba de color plata! ¡lo sabía! ¡el color de la magia!

Bueno, si era una magia de mi abuela no podía ser mala, ¿cierto? Entonces me senté en mi pompa de jabón y dejé que el viento me llevara… en las calles de Vicuña vi a gentes de todos los colores… morados aburridos, más niños amarillos, un joven vestido de negro color gris… que estaba muy enojado. Una señora color cereza que saludó coquetamente a un señor color guinda que pasaba por ahí. Y vi a una niñita que también estaba morada… era muy linda y no tenía con quien jugar… me pegué a mi burbuja para mirarla bien y ¡zuum! Sin saber cómo bajé a su lado. ¡Me miró y se puso color azul! ¡Estaba asustada!, yo le sonreí y la saludé y poco a poco se fue poniendo amarillo diversión y se rió al verme bien y darse cuenta de que sólo era un niño en una pompa gigante de jabón… le hice señas de que subiera y alargó la mano… y mientras entraba a la pompa vi que me veía y se ponía ligeramente color rosa… ¿o era imaginación mía? y ¡Zuum! partimos volando hacia el cielo!

- Hola, soy Diego ¿Cómo te llamas? – le pregunté.

- Alejandra – me dijo - ¿Qué es esto?

- Esto – le dije mientras me inflaba de orgullo – es una pompa de jabón mágica.

- ¿Mágica? ¿y como es posible?

- En realidad no lo sé… ¡se lo tendremos que preguntar a mi abuela cuando volvamos!

Pasamos volando sobre el río y ya no había más gente que mirar, pero miramos mucho rato los cerros, que brillaban de colores mientras el sol aparecía de vez en cuando entre las nubes… en minutos la pompa mágica voló cada vez más rápido, y casi nos dio miedo cuando salimos como un rayo entre los cerros y llegábamos a La Serena, la ciudad que estaba en la costa. Y ahí, en la playa, Alejandra me tomó la mano emocionada mientras veíamos a la gente pintada de colores caminando como hormigas muy por debajo nuestro.

Volamos sobre la playa y hacia el mar, siguiendo a unas gaviotas que volaban a nuestro lado y pasamos bajito pegados al mar, viendo a nuestros pies unos delfines que perseguían su almuerzo… reímos y la pompa pasó lentamente sobre la ciudad. Gente amarilla de veraneo, unos pocos azules, saliendo de la película de terror de un cine. Una pareja rosada de enamorados que se miraba tiernamente y un tipo verde de envidia que los miraba… una señora color púrpura melancolía que miraba el mar, ¡y un señor rojo de rabia que se había pegado un martillazo en el dedo! Vi a mis tíos enamorados caminando por el centro y a mi padre café de preocupación que estaba apurado comprando unas cosas… y me acordé de mi mamá, que no me iba a encontrar en la casa y se iba a preocupar.

- Tenemos que volver – le dije a Alejandra – Nuestros papás se van a preocupar.

- Tienes razón – me dijo con un poquito de pena - ¿pero me pasas a buscar otro día?

- ¡Seguro! – le dije, mientras mi corazón latía con fuerza al saber que me había hecho de una amiga… y una muy linda además.

La pompa salió volando en segundos y pegó un salto tan grande que nos abrazamos mientras llegaba más y más arriba, hasta que vimos las estrellas. Y caímos lentamente, como una pluma, justo en el patio de mi casa…

Llegamos a centímetros del suelo y de pronto… ¡plop! la pompa mágica estalló, llenando de chispas el patio… nos miramos sorprendidos mientras veíamos como mi abuela nos miraba y reía. Nos llegaba un olor delicioso…

- ¡Te invito a comer galletas! – dije a Alejandra en un segundo, mientras su rostro se iluminaba. Mientras caminábamos a la cocina iba pensando en cómo la gente siente cosas que los demás no ven, y que si uno tiene cuidado, puede verlo sin magia… por ejemplo… yo sabía ahora que Alejandra me quería, con solo verla a los ojos.


Se despide por hoy… su pseudo-poeta melancólico.


Camael, Blogging the hell Out.

miércoles, 15 de agosto de 2007

Carta Cani 22


Dejaré de ser críptico en mis entradas en este blog, aunque sea por esta vez. Me encantaría poder ponerle un estilo literario definido a lo que tengo que decir pero, al final de cuentas, en todo este tiempo el forzarme a escribir “lindo” ha sido lo que más ha evitado que saque de una buena vez lo que tengo dentro. Nunca nada de lo que escribía era suficientemente bueno. Sin temor a exagerar, diría que cerca de cien cartas y poemas inconclusos nunca vieron el amanecer luego de nacer en mi mente y ser traspasadas a papel y bytes, cuando yo sabía hace mucho que si no salía íntegro de mi corazón, lo que tuviera que decir se perdería, quemado y borrado por un pseudo-poeta con el corazón entero a fuerza de parcharlo con suspiros. Pues bien, lo que tengo que decir se lo tengo que decir a una sola persona, así que discúlpenme por ignorarlos unos momentos y escribirle directamente a quien sé lee este blog de vez en cuando y espero me siga tratando de entender.


CANI:

Demonios… ¿como te digo todo esto?...

En tan solo unas horas se cumple un año desde la última vez que te vi, subiéndote a un bus. Para mí, para nosotros, era tan solo un lapsus, algo de tiempo entre un beso y el siguiente, pero el destino, la maldad del hombre y el dolor se encargaron de que nunca más nos viéramos (106). Un 15 de agosto, hace un año, mi corazón volaba con las alas que tú le ayudaste a encontrar, elevándose con un viento huracanado hecho solamente de suspiros. Volaba a donde estuvieras, a acompañarte y esperarte, a guiarte de vuelta a mí… Pero en tan solo 2 semanas, todo cambió… y mi corazón se fue contigo. Lo extraño. Te extraño.

Desde hace mucho, y te lo dije alguna vez, decidí que guardaría luto por una relación una semana por cada seis meses de relación, porque seguir viviendo de recuerdos era uno de los peores errores que se podían cometer. Pues bien… fuiste mía 5 meses, llenos de puro Amor, en todas sus formas posibles. Miradas, besos, roces, caricias, regalos, regalitos, complicidad, compromiso, cariño, pasión. Cuando todo acabó y perdí tu rastro, que seguía con alfileres sobre el mapa, quise olvidarme de ti. Excomulgarte de ese pacto que hicimos un primero de mayo, el de amarnos para siempre. Dejarte libre y quitarme la maldición que sabía muy bien vendría cada noche a recordarme que eres la mujer de mi vida (136). Una semana pasó… luego un mes… ya ha sido un año y me encuentro hoy, de nuevo, escribiéndote, como si no te hubieras ido jamás, porque nunca lo hiciste. Un luto se volvió una vigilia sin fin.

Traté de amar de nuevo, aunque fuese en minúsculas, por más que quisiese fuese con mayúsculas. De hecho, en este tiempo a la deriva conocí a quienes ahora son mis amigas entrañables, y a un par que nunca más me volverá a hablar. Las quise y me quisieron, pero mi corazón no estaba cuando lo buscaban. Invariable e inexorablemente, estaba anclado a tu lado, deseándote fuerzas para comenzar de nuevo y estar ahí cuando volvieras a sonreír.

Me pregunto si algún día mi corazón se rendirá. Si dejaré mis recuerdos hundirse por fin en el océano de mis memorias, sin marcar un hito, sin dejar una boya donde bucear a buscarte. Pero me recuerdo una vez más que el corazón no tiene más misión que seguir latiendo… aunque cada latido sea para ti (181).

Celebré tu cumpleaños. Celebré la noche cuando te conocí, junto con el amanecer en que te besé por primera vez. Celebré el primer día en que fuiste mía. Celebré nuestro aniversario… cada vez, sin ti. Hoy, por no ser menos, celebro el día en que te vi por última vez. Esta ocasión, por fin, es distinta.

Hoy celebro el día en que lo único que queda en mi alma es la esperanza de verte, aunque sea esa ultima vez, para decirte adiós o reclamarte mía. Mi Amor, Mi Julieta, Mi Vida… Mi Mujer.

Déjame reciclar una despedida que sé nunca leíste:

Te Ama, Profundamente y sin miedo…


Camael Camus


Camael, Sighing My Way To Drunkness…

lunes, 13 de agosto de 2007

Introducción


Diego abrió sus ojos con toda la fuerza de voluntad que fue capaz de reunir. A intervalos el sol de la mañana golpeaba su rostro como solo su entrañable enemigo lo haría. Se demoró unos segundos en recordar el por qué estaba viendo el sol y el paisaje cambiaba en la ventana. Estaba de vacaciones, sobre un bus y más importante aún, iba a encontrarla.

Se estiró lo que pudo, mirando a su alrededor y sonrió con algo de satisfacción al notar que era el primero en despertarse, lo que de por sí era raro. Él acostumbraba despertarse tarde, excepto en contadas ocasiones. Cuando estaba con ella era una de ellas. Ella lo odiaba ligeramente por eso. Pasaban juntos toda la noche, conversando, escribiendo, leyendo, bebiendo, haciendo el amor y se dormían cerca de las 6 de la madrugada, lo cual no le impedía despertarse (en aquellos tiempos, por lo menos) a la impía hora de las 9 AM a hacer desayuno. ¿Qué era? Buscó entre sus recuerdos unos segundos la respuesta: Café y tostadas con mantequilla y mermelada de frutilla. Una rosa de decoración de vez en cuando.

Dejaba la bandeja en el suelo y se acostaba en la cama junto a ella y le acariciaba la espalda hasta despertarla. Ella levantaba las cejas, respiraba profundamente y fruncía el ceño unos instantes por ser despertada… y su rostro se iluminaba de repente al sonreír y recordar quién la había despertado. Abría los ojos…

- Buenos Días, Amor…

Solían hacer el amor antes de tomar el desayuno, tiempo en el cual el café pasaba de absolutamente hirviendo a perfecto, y se volvía a dormir abrazados hasta que fuera hora de dejar de ignorar el mundo más allá de la ventana.

El recuerdo lo hizo sonreír, dándose cuenta de repente que había pasado media hora navegando su memoria y el bus ya estaba entrando en la ciudad. De su bolsillo sacó un mapa y trató de recordar como llegar a su destino sin usar el transantiago en absoluto. Hace años que no volvía a Santiago y era un completo ignaro en el sistema nuevo. Hasta su amigo el metro había cambiado. Decidió bajarse en Los Leones y simplemente caminar. Después de todo, aún no conocía la dirección exacta y Ricardo Lyon tendría… ¿cuanto? ¿20 cuadras?

Diego suspiró, y con un aire a la vez resignado y decidido 20 minutos después retiraba su equipaje y se reencontraba con las calles de la ciudad que tantas sorpresas le reservaba aún.


Continuará…


Camael, Blogging Out.

sábado, 11 de agosto de 2007

Hace un año exacto...


Hoy escribí bastante, para sorpresa de los 5 otros, pues suponían que con tanto vicio mi inspiración se ahogaría. Pero no fue hasta que decidiste llamarme en que yo decidí archivar lo mío y optar por recordarte una canción que escuchaste entre mis brazos tan solo una vez, que resume en tan poco el todo que me consume… y sí, Julieta mía… me acuesto a encontrarte… tan bebido como vos. De Juan Luis Guerra… Testimonio.


No necesito pastillas
para dormir si estás conmigo.
Todos los sueños florecen
cuando me hablas al oído.

No necesito millones,
ni acorralar los corazones.
Y solo en tu cafetera
todo el cielo enamorado se cuela.

No necesito decirte
dos mil quinientas veces
multiplicado por siete
que te espero noche y día.

Que me disculpen los sabios,
pero la sabiduría
duerme detrás de tu oreja
y no en Grecia,
como la historia creía.

Ábreme la noche y ven a ver
cómo te puedo querer eternamente.
Cúrame la sombra al caminar,
que se corre si no estás.

No necesito violines,
pizzicatos en el pecho.
Eres todo mi concierto,
la más bella sinfonía.

Que me disculpe el poeta,
pero toda la poesía
la encuentro sobre un maddero.
Y me verso con tus rodillas que riman.

Ábreme la noche y ven a ver
cómo te puedo querer eternamente.
Cúrame la sombra al caminar,
que se corre si no estás.

No necesito pastillas
para dormir si estás conmigo.
Todos los sueños florecen
cuando me hablas al oído.

No necesito millones,
ni acorralar los corazones.
Y solo en tu cafetera
todo el cielo enamorado se cuela.



Camael, Blogging Out.

viernes, 10 de agosto de 2007

Pequeños milagros...


Hace un par de días, el pagar una cuenta me llevó contra mi voluntad temprano al centro. Allí, en una esquina, me esperaba un ángel con un mensaje.

Estaba cansado, tomando nuevas resoluciones en mi vida, enterándome de cosas que no querría enterarme jamás, aparte que mi receta para la melancolía había funcionado demasiado bien. Ahí, en el centro, escondido detrás de una mirada hosca que casi nunca uso, miraba a mi alrededor viendo rostros que no mostraban ni una emoción. Gente apurada, con sus propios problemas, demasiado ocupados para escuchar a su corazón entre trámite y trámite… y, a falta de una mejor descripción, estaba yo cansado de tener corazón.

Llegué a una esquina, que me costaría ubicar en un plano, pero era una entre el mall y donde pasaba el colectivo que me llevaría de vuelta a mi cama. Me detuve ante el semáforo en rojo y me sumí en mis pensamientos. La luz cambió a verde, y de vuelta a rojo, sin darme yo cuenta. A mi lado se detuvo una mujer. La miré de reojo… una madre sonriente y al bajar la mirada, me encontré con unos ojos color miel, que me miraban con algo de curiosidad desde la sabiduría de los alrededor de siete años de edad de una niña muy linda, de esas que salen en los comerciales de yogurt, que mientras tomaba la mano de su madre sostenía en la otra un perro de peluche. Me sonreí ante mi descripción de ella y le regalé esa sonrisa recién nacida a ella y a sus ojos pensantes. De la nada, ella frunció el ceño como si tuviera una gran preocupación y me preguntó:

- Señor… ¿Necesita un abrazo?

Me quedé paralizado… e incrédulo subí la mirada y vi el rostro de su madre, sonriéndome, pero como si me quisiera medir como persona, o por lo menos esa fue mi impresión. Al bajar la mirada esos ojos me seguían mirando, esperando una respuesta a una pregunta obviamente de una importancia vital para ella. No pude más que decirle la verdad:

- Me encantaría un abrazo.

Sin decir palabra se soltó de las manos de su madre y me estiró los brazos. Como siguiendo una orden, me hinqué en una rodilla y recibí un abrazo de esos apretados, que te dejan sin aliento pero de puro lindos, con un par de rulitos castaños haciéndome cosquillas en la nariz. Cerré los ojos y abrí mi alma unos segundos, tratando de recibir la mayor cantidad posible de fe y alegría que me estaban regalando. El abrazo terminó lentamente y al abrir los ojos vi los suyos, brillantes, pero concentrados en lo que supe después era tomar una decisión.

- Gracias… - le dije, mientras las sonrisas me volvían a nacer del alma. Me puse de pié y miré incrédulo a su madre, que me sonreía aún, feliz de no haberse equivocado y orgullosa de la hija que aún no tomaba su mano. De repente, en mi línea de visión apareció un perro de peluche. Era esa pequeña ángel que con decisión puso a su perro en mis manos. Me sonrió, pero supe que no era una de esas sonrisas gratis. De algún modo me la había ganado.

- Cuídese… - me dijo, y sin mediar más palabra tomó la mano de su madre y cruzaron la calle. Me quedé ahí, de pié, con un rostro mezcla de alivio, incredulidad y una fe recauchada en el momento justo. El semáforo volvió a cambiar a rojo y continué de pié allí un par de minutos más… ignorando el nombre de mi mensajera y también el del perro de peluche que me miraba atentamente con sus propios ojos color miel. Por alguna razón esto me pareció un descuido mayor.

- ¿Cómo te llamas? – le pregunté al can, que no me respondió, pese a todas mis esperanzas por la irrealidad y belleza de la situación. Miré a mi alrededor y aún caminaba gente con sus propios problemas y el mundo a mi alrededor continuaba gris. No había sido un sueño. Al volver a mirarlo me dí cuenta de que ahora era mío, no estaba a mi cuidado, sino que era mío. - Te buscaré un nombre - le prometí. Juraría que me entendió.

Y continué mi camino, siguiendo el faro en que se había convertido mi corazón, agradeciéndole a Dios por los milagros y por las niñas de siete años con abrazos reservados para extraños que los necesitan para parchar almas desinfladas, y perros de peluche para que no los olvidemos nunca.


Camael, Blogging Out.

miércoles, 8 de agosto de 2007

La Poesía es...


El poeta, noctámbulo y bohemio J. Kyats (1795-1821) da una bella definición de poesía. A algún lector cuidadoso, puede parecerle también una definición de vida:

“La poesía debe sorprendernos por su delicado exceso, y no porque es diferente. Los versos deben tocar a nuestro hermano como si fuesen sus propias palabras, como si estuviese recordando algo que, en la noche de sus tiempos, ya conocía en su corazón.

La belleza de un poema no está en la capacidad que tiene de dejar al lector contento. La poesía es siempre una sorpresa, capaz de sacarnos la respiración por algunos instantes. Debe permanecer en nuestras vidas como una puesta de sol: algo milagroso y natural al mismo tiempo.”

- Fragmento de Maktub, de Paulo Coelho -


Camael, Blogging Out.

domingo, 5 de agosto de 2007

Receta para la Melancolía...



- Prepare su habitación. Esto es importante. Destierre su cama de ser necesario, dejando el colchón sobre el suelo, en el centro de su habitación. Trate de evocar con cada objeto que lo rodea ese momento tan feliz de su vida. Velas… siempre habían velas. Compre una rosa. Blanca. Déjela sobre su escritorio. (Todo esto tomará tiempo… dése ese tiempo, puede que tarde días, pero lo valdrán).

- Vístase cómodamente. Una camisa blanca y unos jeans servirán (los boxers son opcionales). Permanezca descalzo. Sienta algo de frío. Abra ventanas.

- Hágase de tantos vicios como sea posible de ese tiempo de su vida. Si tiene que volver a malos hábitos, dése el gusto. Es tan solo por una vez. Recomendados: Ron Habana Añejo Reserva, Viceroy Light (dos cajetillas), **ñitz (2).

- Busque en su computador ESA música que ha detestado por ya un año. Póngala en su reproductor favorito. Déjela sonar, incluso las que le aprietan el corazón. Especialmente esas.

- Use un recuerdo. Para algunos es un reloj, para otros, un anillo… Puede que sea un medallón de plata.

- Prepare dos Cócteles Malditos. Cada uno tiene su receta. Recuerde la suya.

- Prenda las velas, bese la rosa, prenda un cigarrillo (o lo que necesite… está permitido cuanto sea necesario), dé un trago largo a su cóctel, ponga la música.

- Siéntese en una silla. Ponga los pies sobre el velador. Sonría.

- Mire fijamente a los ojos a su recuerdo. Dígale cuanto la Ama todavía. Puede que sea poco, puede que mucho, puede que demasiado. Atrévase. Dígalo. Confiéselo aunque sea tan solo para aceptarlo de una buena vez, aunque sepa que solo usted se escucha.

- Vea la luna a través de la ventana. Llore.

- Cuéntele su vida (sí, todo ese último año) a la pared, esa más allá de los ojos de su recuerdo. Cuéntele como es la vida sin ella y recuérdese con sus propias palabras como era su vida CON ella. Aguante un poco el llanto.

- Acepte el hecho de que no son “fantasmas”, sino lo que siente aún. Llore un poco más.

- Diga “Te Amo” en voz alta. Deje de llorar. Sonría. Váyase a dormir (antes apague las velas, por favor).

- Sueñe.

*Hasta este punto es tan solo preparación, tortura, si se desea llamarlo así.*

- Despierte.

- Vuelva a sonreír.



Bienvenido a la melancolía.


Camael, Blogging Out.