Ahora... ténganme paciencia. Esta es una carta que escribí hace mucho. Trata de explicar ese tipo de sentimientos, esos momentos de tal Amor que sientes como si te hubieras encontrado con alguien en otra vida... en otro momento, hace mucho... Es bastante larga, pero creo que les gustará. (Audio sugerido: Recuerdo de La Alhambra... busquese en Youtube.com) Se titula: Sombras.
…
…
…
El humo me ahoga, atravieso el portal con una colcha mojada sobre mi cabeza y busco tu voz. Ya no la escucho… busco hacia la habitación, debes estar ahí. Las llamas lamen mi piel y siento olor a carne y pelo quemados… los míos. El dolor no importa, debo sacarte de ahí… una viga cede y cae sobre mi espalda y un crujido de huesos es lo ultimo que escucho… Te Amo.
Luz, hay mucha luz… ¿por que hay tanta luz?
Busco la garganta de uno de los asaltantes, el que tiene el cuchillo. Siento mis dedos hundirse en su carne, con furia. Un estertor agónico cubre tus gritos por un momento y me vuelvo a buscar a buscar al siguiente de… un golpe mortal cae sobre mi cabeza… caigo al suelo pesadamente y las antorchas que iluminan la calle se apagan lentamente en mis ojos, pero aún… aún escucho tus gritos… Te Amo.
La luz hiere mis ojos, atravesando mis párpados como dagas… ¿qué es esto?
Beso tus labios suavemente, tu rostro se desdibuja entre mis lágrimas. Las dejo rodar por mis mejillas, tan solo para ver tu rostro. Siempre te viste hermosa de verde. Sigues sin llorar, para darme ánimos, lo sé. Esta es una lucha que debe ser luchada, y sabes que nada me hará cambiar de opinión. Acomodo mi rifle sobre mi hombro y mi morral de balas. Apoyo mi rostro en tu hombro para grabar tu aroma a fuego en mi mente, me giro y un Te Amo se escapa de mis labios al volverme hacia la calle, buscando a mi compañía. Escucho que por fin lloras… nunca más te volví a ver.
¡¿Dónde estoy?! – mi grito se pierde sin ecos en la luz…
Te espero con ansias en la vereda. El olor a café fresco se confunde con las risas de los parroquianos. Acomodo las flores en mi mano y vuelvo a sentir el estuche con tu anillo en el bolsillo de mi smoking, mientras mi mirada barre la acera de la cual debes venir. Te veo. ¡Te ves hermosa! Ese pequeño sombrero sujeto con alfileres combina tan lindo con tu vestido. Un suspiro se escapa de mis labios mientras comienzas a cruzar la calle mientras me saludas con un brazo en alto y me sonríes. Recoges tu vestido para que no se enlode en la calle. ¡Te Amo! - te grito de acera a acera y mis ojos llenos de ilusión se paralizan de terror. Un automóvil gira rápidamente en la esquina y te golpea. Tu cuerpo gira y cae en la cuneta. La música para y los gritos de horror de la gente y los míos se apagan en mis oídos. Las flores caen al suelo y corro a buscarte son ojos desorbitados.
Siento brazos invisibles que me rodean y tratan de confortarme. -¡No! - revoloteo librándome de su abrazo y caigo. La luz me rodea, cálida…
Te llevo corriendo de mi mano, las bombas ya comenzaron a caer. La alarma sonó demasiado tarde, me digo, mientras bajamos al primer piso. Un estampido y un fogonazo rojo nos botan al suelo. Siento los cristales clavados en mi espalda, el ventanal explotó hacia adentro de la sala. Me levanto a medias y me cercioro de que te cubrí bien con mi cuerpo. Hay un par de cortes en tu brazo pero nada más. Ni te fijas en ellos, con espanto ves algo de sangre en mi frente y veo tus labios preguntarme si estoy bien.
- Estoy bien… – te digo y me sonríes al darte cuenta de que los dos estamos sordos por el infernal ruido de la explosión. Extrañamente en un momento como este, huelo tu pelo… azafrán y rosas. Abrazas mi cuello con fuerza y alivio. Te separo de mí unos centímetros para que me veas los labios. ¡Te Amo! – gritamos al unísono y algo de tu dulce voz se cuela en mis oídos. Sonreímos. Una bomba cae en nuestro patio y tu rostro se desdibuja, sonriente aún entre el fulgor.
- Todo está bien, hijo. – La voz cálida otra vez. No quiero oírla más. Me levanto desafiante y ciegamente golpeo el muro de luz a mi alrededor.
Escucho tu voz, hablando con alguien más. Un dolor atenazante me recorre, pero no me quejo. Recuerdo vagamente el rostro de quien me hirió, pero escuché su nombre. Trato de hablar pero un gimoteo horrible sale de un agujero deforme que horas atrás solía ser mi rostro. Siento carreras de pasos acercándose a mí y escucho que alguien te dice que esperes un momento. Tu voz me llega como brisa de mar, y la imagen de nuestra casa junto a la playa, con nosotros viendo el atardecer me golpea como un martillo mientras tu “Te Amo” se pierde una vez más entre las voces. Siento manos comprobando mi pulso y una máquina que sé conectada a mí da señales de alarma. ¡M…ahik…ol! – llamo con voz deformada a mi compañero. Siento la voz de Michael y su fuerte mano me toca el pecho. Pido por señas desde la camilla algo donde escribir. Michael pone entre mis manos un bolígrafo y garrapateo sobre un paquete de gasa el nombre de mi agresor. ¿Es su nombre? Lo atraparemos compañero…– escucho, y asiento frenéticamente mientras siento que el dolor me abandona. Aprieto su mano y busco su anillo de bodas. Sé que él me entiende. Rumor de voces apagadas… siento tu voz, dándome fuerzas. Lloro. Mis mano te hace las señas que tanto conocemos… “Te Amo”. Siento tus gritos mientras mi mano cae… que extraño… ya no siento dolor…
¡¡¡¿Por Qué?!!! – mis gritos de dolor llegan a su destino, por fin… - Porque él te está buscando… y ya es hora de que… - ¡¡¡NO!!!
-- o --
- Todo está bien, tranquilo…
Siento su mano en mi hombro y mis lágrimas inundar mis labios. Me levanto del escritorio y veo mi rostro dibujado en sudor sobre la madera. Mis ojos arden…
- ¿Cuantas veces ha pasado? – Mi pregunta cuelga en el aire unos segundos. - ¿Cuántas veces la he perdido?
- Cama… Diego, no es momento de…
- ¡¿Cuántas veces?! – Los latidos de mi corazón me golpean las sienes como vigas, garrotes, autos, bombas, disparos…
- Cincuenta y tres.
Su respuesta me destroza. Lloro. Los minutos pasan y mis lágrimas me saben más amargas que nunca. Tapo mi boca para ahogar mis gemidos mientras la silla a mi lado se mueve como por voluntad propia.
- Tú elegiste esto… tú decidiste ser humano, en medio de su absurdo pseudo-reinado, dentro de su influencia y… Diego, no tienes por que sufrir de nuevo. – su voz tartamudea… lo siento llorar… por mí. – Podrías volver… y…
Mis ojos se clavan con furia en la pared vacía de mi habitación. No con odio, sino la resolución ardiente que me ha movido durante veinticinco mil años.
- Lo venceré, sé que puedo, puedo volver con Ella. – mi voz enfurecida hace temblar las paredes del clóset. Veo mis llaves caer desde el velador.
- ¿Sabes cuántas veces hemos tenido esta conversación?... Con esta son cincuenta y cuatro. Muchas en el cielo y más aún en la tierra. Diego, tú sabes que él…
- Llámame por mi nombre.
- Kamaël, arod hâs bielhoras dan´hel, hástur des nùmenar hà ni hégane…
- ¿Sabes acaso lo que es el amor?
- Somos amor… Dios es amor.
- Dios creó el Amor humano. Pregúntate eso. ¿Por qué Dios creó el Amor si no esperaba que los humanos sufrieran y gozaran con él?
- Un Ángel no debería amar así. Tú eres el único, tu… si hubieras decidido ser humano esto sería distinto, tu pediste bajar a la tierra, no el ser un humano. Tú quisiste ser humano por deseo propio, desobedeciendo a Dios. Tú…
- ¿Acaso crees que Dios permitiría que yo siguiera aquí si Él no lo quisiera? ¿Por qué sigo aquí si Dios me quiere a su lado?
- Porque Dios te ama idiota, porque Él espera que entres en razón, como el padre eterno que es, porque quiere que te des cuenta que tu verdadero lugar es en el cielo, a su lado, porque la eternidad es tuya, lo quieras o no y tu alma va a seguir dando vueltas en este agujero por siempre si no…
- Esto es el Amor…- le digo mientras abro mi alma… La Luz invade la oscuridad y arranca a pedazos las sombras de la noche. Tus Besos, tus abrazos, tus miradas, tu gozo, tu regocijo, tus lágrimas, tus gemidos, tus risas, tus susurros… cierro mi alma y en La Luz menguante lo alcanzo a ver. Mahikol llora.
- ¿Por qué? – me pregunta entre sollozos…
- Yo siempre estaré aquí por ti, Hermano, y porque yo lo puedo vencer. Yo sé lo que es el Amor, y él no. Esa es mi arma y mi eterna lucha. Yo elegí sufrir, morir y padecer. Yo lo elegí y él nunca se va a cansar de tratar de extirpar el Amor del mundo y cambiarlo por desesperanza. Si puedo vencerlo… si puedo vencerlo… él será más débil. Yo lo venceré aunque me cueste mil eternidades más. Y Dios lo sabe. Dios me ama como un padre, y por eso me quiere ahorrar tanto dolor. Pero también sabe que esta es MI lucha. Dile a Dios que aquí me quedo.
- Díselo tú. Él siempre te ha escuchado.
- Entonces dile que rece por mí.
- Todos lo hacemos… siempre.
Un rumor de alas llena el aire y siento las cicatrices en mi espalda doler una vez más. Seco mis lágrimas y apago mi puño. Prendo mi computador y comienzo a escribir una carta. Pienso en ti… no te perderé nunca más, lo juro.
Mi Niña Hermosa: …
…
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El humo me ahoga, atravieso el portal con una colcha mojada sobre mi cabeza y busco tu voz. Ya no la escucho… busco hacia la habitación, debes estar ahí. Las llamas lamen mi piel y siento olor a carne y pelo quemados… los míos. El dolor no importa, debo sacarte de ahí… una viga cede y cae sobre mi espalda y un crujido de huesos es lo ultimo que escucho… Te Amo.
Luz, hay mucha luz… ¿por que hay tanta luz?
Busco la garganta de uno de los asaltantes, el que tiene el cuchillo. Siento mis dedos hundirse en su carne, con furia. Un estertor agónico cubre tus gritos por un momento y me vuelvo a buscar a buscar al siguiente de… un golpe mortal cae sobre mi cabeza… caigo al suelo pesadamente y las antorchas que iluminan la calle se apagan lentamente en mis ojos, pero aún… aún escucho tus gritos… Te Amo.
La luz hiere mis ojos, atravesando mis párpados como dagas… ¿qué es esto?
Beso tus labios suavemente, tu rostro se desdibuja entre mis lágrimas. Las dejo rodar por mis mejillas, tan solo para ver tu rostro. Siempre te viste hermosa de verde. Sigues sin llorar, para darme ánimos, lo sé. Esta es una lucha que debe ser luchada, y sabes que nada me hará cambiar de opinión. Acomodo mi rifle sobre mi hombro y mi morral de balas. Apoyo mi rostro en tu hombro para grabar tu aroma a fuego en mi mente, me giro y un Te Amo se escapa de mis labios al volverme hacia la calle, buscando a mi compañía. Escucho que por fin lloras… nunca más te volví a ver.
¡¿Dónde estoy?! – mi grito se pierde sin ecos en la luz…
Te espero con ansias en la vereda. El olor a café fresco se confunde con las risas de los parroquianos. Acomodo las flores en mi mano y vuelvo a sentir el estuche con tu anillo en el bolsillo de mi smoking, mientras mi mirada barre la acera de la cual debes venir. Te veo. ¡Te ves hermosa! Ese pequeño sombrero sujeto con alfileres combina tan lindo con tu vestido. Un suspiro se escapa de mis labios mientras comienzas a cruzar la calle mientras me saludas con un brazo en alto y me sonríes. Recoges tu vestido para que no se enlode en la calle. ¡Te Amo! - te grito de acera a acera y mis ojos llenos de ilusión se paralizan de terror. Un automóvil gira rápidamente en la esquina y te golpea. Tu cuerpo gira y cae en la cuneta. La música para y los gritos de horror de la gente y los míos se apagan en mis oídos. Las flores caen al suelo y corro a buscarte son ojos desorbitados.
Siento brazos invisibles que me rodean y tratan de confortarme. -¡No! - revoloteo librándome de su abrazo y caigo. La luz me rodea, cálida…
Te llevo corriendo de mi mano, las bombas ya comenzaron a caer. La alarma sonó demasiado tarde, me digo, mientras bajamos al primer piso. Un estampido y un fogonazo rojo nos botan al suelo. Siento los cristales clavados en mi espalda, el ventanal explotó hacia adentro de la sala. Me levanto a medias y me cercioro de que te cubrí bien con mi cuerpo. Hay un par de cortes en tu brazo pero nada más. Ni te fijas en ellos, con espanto ves algo de sangre en mi frente y veo tus labios preguntarme si estoy bien.
- Estoy bien… – te digo y me sonríes al darte cuenta de que los dos estamos sordos por el infernal ruido de la explosión. Extrañamente en un momento como este, huelo tu pelo… azafrán y rosas. Abrazas mi cuello con fuerza y alivio. Te separo de mí unos centímetros para que me veas los labios. ¡Te Amo! – gritamos al unísono y algo de tu dulce voz se cuela en mis oídos. Sonreímos. Una bomba cae en nuestro patio y tu rostro se desdibuja, sonriente aún entre el fulgor.
- Todo está bien, hijo. – La voz cálida otra vez. No quiero oírla más. Me levanto desafiante y ciegamente golpeo el muro de luz a mi alrededor.
Escucho tu voz, hablando con alguien más. Un dolor atenazante me recorre, pero no me quejo. Recuerdo vagamente el rostro de quien me hirió, pero escuché su nombre. Trato de hablar pero un gimoteo horrible sale de un agujero deforme que horas atrás solía ser mi rostro. Siento carreras de pasos acercándose a mí y escucho que alguien te dice que esperes un momento. Tu voz me llega como brisa de mar, y la imagen de nuestra casa junto a la playa, con nosotros viendo el atardecer me golpea como un martillo mientras tu “Te Amo” se pierde una vez más entre las voces. Siento manos comprobando mi pulso y una máquina que sé conectada a mí da señales de alarma. ¡M…ahik…ol! – llamo con voz deformada a mi compañero. Siento la voz de Michael y su fuerte mano me toca el pecho. Pido por señas desde la camilla algo donde escribir. Michael pone entre mis manos un bolígrafo y garrapateo sobre un paquete de gasa el nombre de mi agresor. ¿Es su nombre? Lo atraparemos compañero…– escucho, y asiento frenéticamente mientras siento que el dolor me abandona. Aprieto su mano y busco su anillo de bodas. Sé que él me entiende. Rumor de voces apagadas… siento tu voz, dándome fuerzas. Lloro. Mis mano te hace las señas que tanto conocemos… “Te Amo”. Siento tus gritos mientras mi mano cae… que extraño… ya no siento dolor…
¡¡¡¿Por Qué?!!! – mis gritos de dolor llegan a su destino, por fin… - Porque él te está buscando… y ya es hora de que… - ¡¡¡NO!!!
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- Todo está bien, tranquilo…
Siento su mano en mi hombro y mis lágrimas inundar mis labios. Me levanto del escritorio y veo mi rostro dibujado en sudor sobre la madera. Mis ojos arden…
- ¿Cuantas veces ha pasado? – Mi pregunta cuelga en el aire unos segundos. - ¿Cuántas veces la he perdido?
- Cama… Diego, no es momento de…
- ¡¿Cuántas veces?! – Los latidos de mi corazón me golpean las sienes como vigas, garrotes, autos, bombas, disparos…
- Cincuenta y tres.
Su respuesta me destroza. Lloro. Los minutos pasan y mis lágrimas me saben más amargas que nunca. Tapo mi boca para ahogar mis gemidos mientras la silla a mi lado se mueve como por voluntad propia.
- Tú elegiste esto… tú decidiste ser humano, en medio de su absurdo pseudo-reinado, dentro de su influencia y… Diego, no tienes por que sufrir de nuevo. – su voz tartamudea… lo siento llorar… por mí. – Podrías volver… y…
Mis ojos se clavan con furia en la pared vacía de mi habitación. No con odio, sino la resolución ardiente que me ha movido durante veinticinco mil años.
- Lo venceré, sé que puedo, puedo volver con Ella. – mi voz enfurecida hace temblar las paredes del clóset. Veo mis llaves caer desde el velador.
- ¿Sabes cuántas veces hemos tenido esta conversación?... Con esta son cincuenta y cuatro. Muchas en el cielo y más aún en la tierra. Diego, tú sabes que él…
- Llámame por mi nombre.
- Kamaël, arod hâs bielhoras dan´hel, hástur des nùmenar hà ni hégane…
- ¿Sabes acaso lo que es el amor?
- Somos amor… Dios es amor.
- Dios creó el Amor humano. Pregúntate eso. ¿Por qué Dios creó el Amor si no esperaba que los humanos sufrieran y gozaran con él?
- Un Ángel no debería amar así. Tú eres el único, tu… si hubieras decidido ser humano esto sería distinto, tu pediste bajar a la tierra, no el ser un humano. Tú quisiste ser humano por deseo propio, desobedeciendo a Dios. Tú…
- ¿Acaso crees que Dios permitiría que yo siguiera aquí si Él no lo quisiera? ¿Por qué sigo aquí si Dios me quiere a su lado?
- Porque Dios te ama idiota, porque Él espera que entres en razón, como el padre eterno que es, porque quiere que te des cuenta que tu verdadero lugar es en el cielo, a su lado, porque la eternidad es tuya, lo quieras o no y tu alma va a seguir dando vueltas en este agujero por siempre si no…
- Esto es el Amor…- le digo mientras abro mi alma… La Luz invade la oscuridad y arranca a pedazos las sombras de la noche. Tus Besos, tus abrazos, tus miradas, tu gozo, tu regocijo, tus lágrimas, tus gemidos, tus risas, tus susurros… cierro mi alma y en La Luz menguante lo alcanzo a ver. Mahikol llora.
- ¿Por qué? – me pregunta entre sollozos…
- Yo siempre estaré aquí por ti, Hermano, y porque yo lo puedo vencer. Yo sé lo que es el Amor, y él no. Esa es mi arma y mi eterna lucha. Yo elegí sufrir, morir y padecer. Yo lo elegí y él nunca se va a cansar de tratar de extirpar el Amor del mundo y cambiarlo por desesperanza. Si puedo vencerlo… si puedo vencerlo… él será más débil. Yo lo venceré aunque me cueste mil eternidades más. Y Dios lo sabe. Dios me ama como un padre, y por eso me quiere ahorrar tanto dolor. Pero también sabe que esta es MI lucha. Dile a Dios que aquí me quedo.
- Díselo tú. Él siempre te ha escuchado.
- Entonces dile que rece por mí.
- Todos lo hacemos… siempre.
Un rumor de alas llena el aire y siento las cicatrices en mi espalda doler una vez más. Seco mis lágrimas y apago mi puño. Prendo mi computador y comienzo a escribir una carta. Pienso en ti… no te perderé nunca más, lo juro.
Mi Niña Hermosa: …
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