viernes, 7 de septiembre de 2007

Unwanted Freedom


Bueno… Ufff… ¿Por donde empezar? Veamos…

Varias de las personas que leen este blog (me gustaría decir “muchos”, pero la verdad es que son en total como 10 personas, hehehe) me han hecho una pregunta que se repite bastante, incluso en mi vida diaria. El resto, me conoce en persona y sabe ya la respuesta, ante la cual me sonríen comprensivos y cambian el tema. La pregunta es la siguiente:

¿Por Qué Sigo Esperando?

Bueno… es hora ya de dar respuestas y cerrar círculos. Permítanme explicarles. Leerlo les tomará tan solo unos minutos y me comprenderán algo mejor.

Para los que no saben nada de esto, el año pasado conocí a una mujer, la “Niña” original (ella misma me lo ha sacado en cara un par de veces). No tengo recelo alguno de decirles que nunca he conocido a alguien como ella y siempre mediré mi felicidad contra la felicidad de un solo día junto a ella. Se podría decir que es, o era, una de mis malas costumbres el recordar mi vida en referencia a quien esté conmigo. Bueno, eso es una injusticia, por donde se lo mire, pero yo no me había dado cuenta. Esta… [inserte suspiro aquí]… Esa misma mujer me lo hizo ver. Pero en este caso es inevitable, ya que sin lugar a dudas fue ella quien con tan solo palabras y un roce de su mano me hizo… bueno, “madurar” no es la palabra correcta… ella me hizo crecer como persona, como amigo, como hombre. Ella me enseñó cuan hermoso podía ser el Amar. Jamás podré agradecerle en la forma que se merece.

La última vez que la vi fue el 15 de agosto del año pasado, explicando mis crípticas referencias a fechas que suelo sacar de mis mangas, como un truco de magia cuyo objetivo es la melancolía. Melancolía voluntaria, pero con un objetivo. Lo explicaré más adelante.

Luego de eso… algo horrible sucedió y ella se fue de Iquique, con rumbo, en ese entonces, desconocido.

La última vez que supe de ella fué el 14 de octubre del 2006. Un mail, solo eso fue lo que recibí. Un adiós, una disculpa y una petición de nunca más llamarla. Para ese entonces yo ya había dejado la universidad y me había lanzado al vacío de lo incierto, apostando por mis propias capacidades. Ella me enseñó eso. Gracias a Diox, mis capacidades me sorprendieron incluso a mí, pero eso no viene al caso.

La esperé, sabiendo que me hacía mal. La esperé. En el tiempo que siguió traté de ubicarla, de verla, de ser capaz aunque sea de decir adiós, cara a cara. En ese tiempo, lo confieso, estaba siendo egoísta, pero como me dijo alguna vez la Mujer X, una personaje recurrente en mis sueños, pegarse el cacho es gratis. Ella no volvería jamás, tan solo no podía aceptarlo. Fue tan solo varios meses después, en una de mis noches eternas y eternamente melancólicas, que releí todas las cartas que intercambiamos, e-mails, cosas escritas en cuadernos y libretas, simples corazones con nuestros nombres… todo. Lo releí todo y comencé a llorar. Lloré con una amargura horrible, que me consumía… era yo un trozo de madera seca, tratando con todas mis fuerzas de quemarme y entregar al mismo aire que me rodeaba todo el calor que pudiera dar. Extinguir todo de mí. Nacer de mis cenizas.

Lloré.

Pero esa noche (mañana), al rendirme e irme a la cama, recordé tan solo una frase suya, dicha entre suspiros y lágrimas de felicidad, unos días antes de que se fuera, mientras me abrazaba como queriendo hacer desaparecer la misma piel que nos separaba: “No me dejes ir nunca… no permites que olvide cuánto me Amas… prométemelo”.

Lo Prometí… Lo juré en nombre de cada uno de los latidos de mi corazón.

No la dejé ir. Todos mis amigos lo saben. Saben que de vez en cuando abro mi billetera tan solo para ver su rostro unos instantes. Saben a quien me refiero cuando digo: “Lo que yo quiero, es ser feliz”. Saben que la he tratado de sacar de mi corazón cien veces, y responden con una sonrisa a mi propia sonrisa de bella derrota. No he podido. Simplemente porque ella me lo pidió.

Pero hoy es distinto. Vine a encontrarla y no respondió. Hoy vuelvo a casa, no derrotado, pero con las manos vacías de lo único que vine a encontrar. Azares del destino, quizás. Ya es hora de cambiar el juramento.

Por lo que sé, ella ha rehecho su vida. Lo comprendo. Está junto a otra persona. Lo comprendo. Eligió alejarse de todo cuanto le recordara el dolor que dejó atrás. Lo comprendo. Tan solo espero que ella me comprenda.

Hahaha… no, lectores. Ella no es la mala del cuento. Compartimos las mismas culpas, después de todo. Ella es la mujer a la que yo Amo. Yo soy el que no la deja ir. Si ha de haber culpables, señálenme a mí y digan lo que quieran, pero a ella no.

Olvidarla es una utopía. Pero es hora de dejarla ir. Quiera el destino que nos volvamos a encontrar, pero ya es hora de dejar de buscar… es hora de volver a vivir.

No puedo cerrar estas líneas con otra cosa que no sea una declaración, firme como el mismo impulso de mis ojos mar de ir a morir a la orilla de sus ojos color desierto. Estaré aquí, esperando, como siempre, pero seguiré con mi vida. Perseguiré mi propia felicidad, como ella lo ha hecho, porque vengo recién ahora, a solo un par kilómetros de donde ella se encuentra, a darme cuenta de que mis palabras de Amor son vacías si no vienen de un corazón feliz. Me he permitido olvidarlo, pero ya no más.

Vine a darte el resto de mi Amor, pero me lo llevo de vuelta conmigo. Te dejo unos besos en el andén, sobre una foto de los dos, por si llegas a necesitarlos. Hasta Pronto, sin Cereza. Adiós, Alejandra.


Camael, Blogging… The End.

2 comentarios:

  1. Ahora entiendo....... Por fin entiendo. se acaba de cerrar mi circulo...

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  2. ke lastima..., x el final de la historia, pero es un buen konsejo el ke te dio tu MujerX en sueños.

    Suerte en todo amigo, me despido hoy de tì y repito lo ke un día me eskribistes tú, poko y nada tengo yo ke hacer aka, solo desearte suerte y decirte bye.

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