lunes, 31 de marzo de 2008

Desert Pair




- ¿Andrés… Retoño? ¿Estás bien?

- Tío… ¿No cree que ya estoy grandecito como para que me diga retoño?

- … ¿No crees que estás suficientemente viejote como para decirme Tío?

- … … Touché.

Dos figuras se perfilan desde los cerros, donde hace unos momentos se daba término a un fogón en el lado sur de la ciudad. Para los que no conozcan tan particular tradición, un fogón corresponde a un gran montón de madera ardiendo, rodeada de un gran montón de tipos, que bebe un gran montón de alcohol, mientras jotea al gran montón de mujeres que pulula por ahí (de entre 16 y 28 años), mientras que los menos afortunados se ríe de un gran montón de tonterías. De entre este último grupo de personas es de donde venían nuestros personajes.

Aunque, en realidad, no podrían considerarse menos afortunados. Diego está felizmente casado (lo que es decir bastante de él) luego de pasar varios años de soledad, con un hijo (o hija) en camino, mientras que Andrés corteja – lo que no constituye joteo, en el sentido estricto de la palabra – a una damisela desde hace ya 4 meses. Se mezclaron entre el grupo para discutir en voz baja dos asuntos de importancia, ambos involucrando personajes de dudosa reputación… Pero como ambos asuntos fueron sellados con un apretón de manos en escasos 6 minutos – en donde tales apretones involucraron sendos fajos de dinero – tan solo restaba circular por ahí unos minutos/horas – ¿que está weno el ron, eh? – para disimular un poco.

- ¿Y bueno, qué te dijeron? – Diego… siempre negocios (always business).

- Las suspensiones van a demorar dos semanas, más o menos, pero nos regalan los frenos de cerámica por asuntos de clientes frecuentes y etcéteras… Diabloz… el elder me patearía mi yaut’jesco trasero si me viera así. – Era simplemente ALGO evidente el saltito ronero al caminar en los pasos de Andrés, aunque caminando por arena se notaba poco y nada, excepto para los ojos expertos de su tío. – Y a usted… cuénteme y expláyese, ¿Cómo le fue?

- Pues tuvimos suerte, hace 2 días llegaron unas Walther P22… hay que hacerles adaptaciones en los cañones, pero con lo del almacén tenemos suficiente para dejarlas todas listas en 3 turnos, si alcanzamos – desde hace años se hablaban en términos de 4x4, cuando se trabaja solo miércoles y sábados por la mañana.

- Espérese tantito… ¿TODAS? – un bamboleo de borracho siguió a su declaración semi susurrada de asombro.

- Hehehe… resulta que acá nadie compra y… bueno… a precio de descuento… le restamos el IVA… más el factor Santa Claus… le restas el peso de las cajas de cartón, el papel, el aceite… la esponja ocupa espacio…

- ¿Cuantassss?

- Una completa, linda, precious case of six.

- …

- Anda… puedes decirlo…

- ¡Pero Tío! ¿Cómo tan Máster? – expresión reservada para momentos únicos de fucked up Happiness.

- Lo sé, lo sé… who’s da best, huh?

- You are, goddito!

A tal declaración le siguió una semi pelea, un round de cariño, como los bautizó “El Viejo” hace tanto tiempo atrás. Dos golpes, dos parry… y un abrazo que tenía toda intención de parecer borracho.

- Tenemos cola, ¿sabes algo? – un comentario entre el abrazo.

- Tres, son de Calama, estaban vendiendo entre los pendejos hace un rato… ¿recién los viste? – otro abrazo “espontáneo” y un tropiezo. Diox, Andrés debió dedicarse a actor.

- Piola… - una caída… algo de polvo en la ropa… perfecto. Eran dos borrachos de los que no hay que cuidarse… y Diego se esforzaba en seguir siendo “el fucking MÁSTER” – No, hace un rato ya, ¿sabes algo más?

- Coca.

Esa simple palabra dejaba las cosas en claro, y mientras Andrés lo levantaba se dieron una mirada que se reservaban para cuando era tiempo de hacer lo que, lo habían demostrado hace mucho, eran los mejores.

Detrás de ellos caminaban tres tipos, apenas distinguibles entre las sombras de aquella noche que apenas sonreía sobre el horizonte, pero que se acercaban con pasos más decididos que alguien que se va a casa. Diego se detuvo unos instantes y sacó una petaca de cuero negro sobre plata, un regalo de su mujer, que como siempre contenía Habana de 7 años. Pese a las apariencias, este era el primer trago de alcohol que bebían en la noche.

- Feliz cacería. – Un trago.

- Feliz Hijo… o hija – Un trago y una sonrisa.

- Eres un sentimentaloide idiota.

- Aprendí del mejor. – Andrés se guardó la petaca dentro de su vestón largo. Diego tenía los bolsillos más ocupados.

Caminaron hacia el cerro, tras una loma que sumaba una tercera desde el fogón, como yendo a mear… fue en esa indigna actividad – hay que ser realistas – donde el grupo de quienes los seguían los encontraron, comprobadamente ya, completamente a propósito.

- Compadrito… ¿tiene un cigarro que nos convide?

Se volvieron, Diego aún con su “asunto” entre manos. Andrés tuvo que reprimir esa sonrisa doble. Sí, Diego se esforzaba bastante en ser “el fucking MÁSTER”, y sí, la frase “Compadrito… ¿tiene un cigarro que nos convide?” debería de integrarse permanentemente a la lista de las “Famosas Últimas Palabras”.

- ¡Claro! Saquemos unos cuantos… - Diego sacó una cajetilla de una marca que JAMÁS fumaría, mientras Andrés se rebuscaba los bolsillos como buscando fuego, cuando en realidad apretaba tres botones en su celular, dejando una llamada perdida a una chica que a estas horas estaría particularmente aburrida.

Diego ofreció la cajetilla, de donde se retiraron tres cigarrillos mientras Diego y Andrés miraban bien a los recién llegados. Tres tipos. Bien vestidos. El de apariencia más joven se veía de unos 20, suficiente para saber en qué mierda te metes, mientras el de mayor edad aparentaba unos 29 o 30, demasiado como para conocer los peligros de hacer una tontería con gente que no conoces. Tan solo restaba saber el momento exacto donde todo sucedería.

Siguieron unos segundos de silencio, más delatores que gritos…

- Bueno… ¿de donde son? – Always Business.

- De acá. – Respuestas cortas y mentirosas… era en serio.

Las luces de un auto se perfilaron y parpadearon desde la dirección de la ciudad. ¿Sí o No?

- Pásenla bien… nosotros nos vamos. – un golpe amistoso en el pecho de su sobrino – Se me cuidan. – Comenzaron a caminar. Por alguna razón esto no era del agrado de aquellos idividuos.

- ¡Quédense quietos! ¡Quietos Mierda! - Ambos gritos fueron demasiado fuertes y por unos segundos se miraron entre ellos decidiéndose a pasar a la acción.

- ¡Heeeeeeey! ¿A qué tanto grito? – Diego se dio vuelta, mientras Andrés pasaba detrás de él.

Todo se sucedió con demasiada rapidez, para ellos, pues Diego y Andrés sabían de antemano qué cartas traía esa noche. El tipo más alto sacó un cuchillo de su chaqueta, e instantes después caía con un balazo en la frente, mientras los dos que quedaban lograron hacer el amago de buscar algo en sus ¿pantalones? – Diox… que lentos. Too Bad.

Diego levantó su mano y en menos de 2 segundos dos cuerpos más caían pesadamente sobre la arena, mientras un auto se detenía a unos 40 metros de donde estaba el grupo y apagó sus luces. Diego, con calma, guardó su Famae .22 silenciada mientras Andrés hacía otro tanto. Ambos se pusieron guantes de látex y Andrés se dedicó a recoger casquillos mientras Diego revisaba los bolsillos de aquellos idiotas.

- Tengo todos… ¿qué tal te va?

- Tres billeteras, tres celulares, un fajote de aquellos…

- ¿Cuánto? – Este no era un negocio, pero tenía que mantenerse de algo.

- Unos 500. Contamos luego. ¡Dame Cartas!

Un paquete de Bycicles pasó por el aire y fue atrapado – ¡Milagro! – por Diego, que lo abrió y desplegó el mazo con la premura de la situación y la experiencia de muchas noches como esta.

- ¿Qué cartas son? – La pregunta de siempre.

- ¿Qué llevaban?

Diego revisó todo lo que había reunido…

- Una .22, una 9 mm, parece Browning, aunque me huele a la imitación china, ¡y una K-Bar! – la frase cargaba su propia sorpresa, estos idiotas estaban cada día más sofisticados – y les quedan unos… - recorrió el montón en su mano con ojo experto – 30 o 40 gramos.

- Tréboles entonces. ¿7,8 y 9?

- 5,7 y 8, ese idiota del principio estaba ebrio. Buen tiro, por cierto.

A esa afirmación no le siguió comentario alguno. Ambos pusieron a los cadáveres boca arriba, cruzaron sus brazos y les repartieron sus 30 o 40 gramos entre sus bocas, abiertas en sorpresa y una única y ultima mueca de dolor, para ser encontrados por la policía. Antes de retirarse, decoraron los cuerpos con un 5, un 7 y un 8 de tréboles sobre sus pechos. No habían pasado 5 minutos desde el primer tiro, cuando desde el auto estacionado brilló una luz dos veces. Diego sacó una pequeña maglite de su bolsillo y respondió con 3 destellos. El auto respondió con dos destellos y retrocedió unos 100 metros, hasta casi perderse de vista.

- Que Diox los juzge.

- Son Bad Blood… por mí que se los viole Hitler en el infierno.

Risas… gracias a Diox, aún había risas. Caminaron en fila india hacia el camino y desde ahí, mirando con cuidado sobre sus hombros hacia el auto. Nadie los vió. Nadie diría nada. Subieron al auto.

- Aparte de lo obvio… ¿qué noticias tienen? – Suarmi… siempre tan pragmática.

- Unos 500 y algo más, 3 idiotas y la nueva suspensión de Serenity llega en dos semanas junto con unas pastillas de cerámica que te mojas.

- ¡Excelente! – Con manos y pies expertos Suarmi aceleró a Serenity, bajando en tiempo récord hacia la ciudad (o por lo menos eso siempre les parecía a ambos miembros del Clan). – A todo esto… ¡Feliz Dieguito!

- ¿A cuántos les dijiste, huevón? – Aún así, lo dijo con una sonrisa enorme.

- A algunos… en todo caso Suarmi, aún no sabemos si es una Claudita.

- Uuuuh… me encantan los misterios.

Desaparecieron en la noche, sobre un auto negro, a cumplir los rituales obligatorios con su ropa, armas y la parafernalia correspondiente. Diego, en el camino, hacía tres pequeños cortes más en el cuero de su petaca.


Camael, Slipping Away.

2 comentarios:

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